Cuestión de creencias
Uno de los comportamientos que más sorprende a cualquiera que tenga un mínimo sentido crítico es la facilidad que tienen muchas personas para creer en supercherías. Mil veces nos habremos preguntado cómo alguien puede tener fe en que un frasco lleno de agua va a curarle una diabetes o cómo es posible que sigan vendiéndose pulseras holográficas, cuando sanidad ha proclamado su inutilidad y se ha denunciado el fraude una y mil veces. Nos cuesta comprender por qué determinadas personas miran al cielo y ven aviones militares fumigando continuamente las ciudades, instaurando un nuevo orden mundial que nunca llega. Nos parece inexplicable el empeño en defender que los dinosaurios convivieron con el hombre cuando es tan abrumadora la cantidad de pruebas que muestran lo contrario.
Hace unos días hablábamos de la diferencia entre creencias y evidencias en un artículo titulado «Repitiendo mantras». Intentábamos explicar por qué no es lo mismo creer en una Tierra hueca y afirmar que el interior de nuestro planeta está formado por roca fundida y un núcleo metálico. Con ello, nos resulta aún más sorprendente esta tendencia a abrazar irracionalmente tales supersticiones.
No tengo la formación necesaria para entrar en las razones psicológicas que pueden originar tales comportamientos irracionales, de igual forma que tampoco entiendo por qué determinadas personas son incrédulas por naturaleza. No obstante, me voy a atrever a aventurar algunos factores que pueden ser importantes a la hora de entender estos comportamientos.
Porqué creer antes al curandero que al médico
Recuerdo que hace algunos años, una buena amiga me explicaba porqué mi madre podía creer antes a un sanador que a un especialista sanitario.
Imagina, decía, que un médico le dice a tu madre que su diabetes se debe a una insuficiencia en la producción en una molécula invisible llamada insulina y que es una hormona polipeptídica sintetizada en las células betas de los islotes de Langerhans del páncreas endocrino, modificada posteriormente en el aparato de Golgi por una serie de enzimas y, uniendo dos fragmentos mediante un puente disulfuro, es liberada a la sangre cuando los niveles de glucosa en este medio aumentan. La insulina se une entonces a unos receptores específicos de la membrana plasmática, facilitando la penetración de la glucosa al citoplasma para poder ser utilizada en una serie de reacciones intracelulares y obtener así la energía necesaria para el mantenimiento célula. Debido a una causa que desconocemos, estas células endocrinas no producen la suficiente insulina o lo hacen de manera defectuosa, produciendo un aumento de la glucosa en sangre y una deficiencia en el medio intracelular. El médico, pacientemente, explica que no es capaz de curar la enfermedad, pero puede hacer que lleve una vida normal y satisfactoria si hace ejercicio regularmente, mantiene cierto régimen alimenticio y se administra un par de inyecciones diarias. Eso sí, el tratamiento deberá seguirlo durante el resto de su vida, acudiendo a controles regulares en su centro médico.
Por otro lado, continuó mi amiga, imagina que ahora tu madre visita a un curandero, el cual le explica que la razón por la que se siente desganada y padece un cansancio continuo es que la canalización de su energía interior se ha deteriorado, de igual forma que las tuberías de un edificio terminan teniendo fugas con el tiempo. Afortunadamente, la reparación es relativamente sencilla y se reduce a tomar diariamente unas gotas de un remedio natural que actúa como un sellador, tapando los puntos por donde la energía se escapa. En tres meses, a lo sumo, recuperará totalmente la salud con sus conductos energéticos restauradas.
Mi madre, sin formación alguna más allá de la escuela elemental de los años 40 del pasado siglo; habiéndose criado en un pueblo donde curanderos, sacerdotes y espiritistas administraban la salud física y espiritual de los vecinos; sin médico residente y con todo un vademécum de remedios variopintos heredados de su madre y de su abuela, ¿qué tendrá más facilidad en creer?
No dispone de herramientas para diferenciar una explicación de otra, ni tiene la experiencia necesaria para pensar en la efectividad de una terapia incierta frente a la alternativa «natural». Su dilema no consiste en sopesar opciones, en comparar evidencias ni en detectar inconsistencias. Lo que tiene que elegir es creer en una versión o creer en la contraria, sin más datos que su intuición. Debe confiar en un médico que confiesa no saber curarla o en un sanador que afirma poder hacerlo de forma rápida y definitiva.
Ni tan siquiera ambas creencias están en igualdad de condiciones. De lo que le dijo el médico no entiende absolutamente nada, pareciéndole un relato sacado de una de esas películas de ciencia-ficción. Por el contrario, la explicación del curandero es mucho más razonable; lo de las tuberías rotas tiene su sentido.
Como es de esperar, mi madre es pasto de los curanderos.
Repartiendo responsabilidades
Achacar estos comportamientos a la ignorancia del incauto o a la falta de escrúpulos del estafador no es más que una personalización de un problema mucho más general, instalado en el propio tejido de nuestra sociedad. Cabría preguntarse, profundizando un poco más, cuál es el motivo de esta ignorancia, de igual forma que habría que explicar cómo nuestra sociedad permite que un tipo estafe a una anciana hablándole de cañerías energéticas. Echarle la culpa al tonto es escurrir el bulto y evadir nuestra propia responsabilidad.
Y es que el compromiso nos alcanza a todos, empezando por los propios científicos que no son capaces de difundir sus descubrimientos a la sociedad; al sistema educativo centrado en una escolarización polarizada hacia la formación universitaria y olvidándose de la población más allá de los campus y las escuelas; a los medios de comunicación, cegados por las audiencias y los prime time y, como no, al aparato del estado que jamás entenderá (o por el contrario, entiende muy bien) que un pueblo ignorante no es un pueblo libre.
Sólo existe una solución que ofrezca resultados a largo plazo, y consiste en que seamos capaces de discernir la superstición de la evidencia, la razón del oscurantismo. Lamentablemente, no es fácil ni rápido, ni siquiera estoy seguro de que sea posible. Pero de lo que sí estoy convencido es de que, si no empujamos todos juntos, la estaca no se mueve.
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Me temo que esa explicación sólo da cuenta de una pequeña parte de los casos. La magufería no tiene problemas en instalarse entre universitarios y gente supuestamente culta que no tienen la excusa de la ignorancia.
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Por supuesto, Javi. Por eso comentaba que únicamente iba a tratar algunos factores. El «I want to believe» es mucho más complejo que todo esto.
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Vengo de tocapelotas a señalar el reiterado mal uso de ‘porqué’.
En el primer párrafo, línea 8 («Nos cuesta comprender porqué»); en el segundo párrafo, línea 3 («Intentábamos explicar porqué»); en el tercer párrafo, línea 2 («tampoco entiendo porqué»); en la primera frase en negrita («Porqué creer antes al curandero que al médico») y en la que le sigue («me explicaba porqué mi madre»).
Ya que se trata de interrogativas indirectas, lo correcto sería ‘por qué’.
Además, en la frase «Y es que el compromiso nos alcanzan a todos» no respeta la concordancia de sujeto (compromiso, singular) y verbo (alcanzan, plural).
Estoy completamente de acuerdo en eso de repartir responsabilidades, es más, creo que en el momento en que nos callamos ante una magufada (por educación, por evitar polémica o la excusa que queramos ponernos), en cierta medida estamos siendo cómplices.
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Pues tenéis mucha razón. El problema no es ya sólo del timador o el timado: el problema es la sociedad. En España nos han jodido vivos 40 años de dictadura más siglos de dominación católica, y es sólo ahora (desde hace unos…¿20 años? más o menos) cuando empezamos a recuperarnos. Pero claro, tantos siglos de represión, ignroancia y demás dejan su huella y nos hemos quedado literalmente «tontos». Muchas veces no es ya culpa del timado, que al fin y al cabo, suele ser gente de entornos más bien pobres, gente que no tiene ni estudios ni muchas luces, ni se preocupa o no le importa tenerlas.
Tampoco tanto del timador, que sigue la «tradición» española del timo y la picaresca. Después de todo, esta gente sigue el modelo de curandero de pueblo, emzclado con el espíritu del Larazillo (novelucha cutrísima elevada al nivel de «literatura española» digna de estudiarse en institutos, lo cual es vergonzoso).
Así peus creo que el problema de tanta magufada por todas partes, incluso en ámbitos supuestamente intelectuales como la Universidad (como hemos visto con esos cursos/conferencias absurdos de homeopatía, negacionismo del SIDA, etc) es una mezcla de cultura e historia. Cultura, porque nos han educado en España en la ignorancia duante los siglos de dominación de la Iglesia Católica (y eso cala profundamente, mucho más de lo que parece, por algo son los lavacerebros nº1 del mundo junto al Islam). E historia, por la dictadura, que 40 añazos de Paquito «Fusilador de Rojos» Franco es mucho.
¿La solución? Ni idea, sinceramente. Pero como decís, tenemos que ayudar y mover el culo todos porque sino, acabaremos muy, muy mal.
PD: Iba a hablar del caso de sudamérica, pero seguro que los de allá pueden hablar mejor del tema = D
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Es un tema que me ha fascinado siempre, tampoco puedo dar una explicación satisfactoria pero algunos indicios me llevan a pensar en la combinación de factores: la suspensión de incredulidad que tan fácilmente hace desvanecer los límites entre realidad y ficción (muchas magufadas tienen estructura fantástica, me refiero a que recuerdan a los cuentos de vieja alrededor de una fogata), la formación academica basada en el aprendizaje memorístico de frases que no se razonan y luego se olvidan, la sobrevaloración a la hora de etiquetar a todos los individuos de la especie humana como Homo Sapiens Sapiens, por poner algunos ejemplos.
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Yo llevo una pulsera antimagufos; funciona de maravilla.
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mi estimado sr hernandez, he tratado de buscar un articulo escrito por vd., donde «demuestra que las astrologia es algo absurdo sin ningun tipo de ciencia etc, ademas indica 10 razones incuestionables. Permitame decirle que su ignorancia (hablo de este tema, del resto desconozco) es de grado supino, es como afirmar que por el hecho de que gente que encuentre dentro, hablando hipoteticamente, 1000 años una frase: los negocios de felipe van viento en popa…, se afirme que felipe era armador de buques, asi sucede con sus afirmaciones, la astrologia no tiene nada que ver con los argumentos que vd esgrime para ridiculizarla, le recomiendo lea a Carl Gustav Jung entre otros y asi se familiarice con el autentico conocimiento de la astrologia
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Anda, JM que ya apareció el auténtico conocedor del tema … 😛
Ya te habías tardado, magufo.
Estafa que pretendía vender buen vino y acabo dando vinagreta y mala, esto es la astrología hoy
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A Luis Cafamaun: ¿Puedes aportar alguna prueba que demuestre la relación entre la posición de los astros en el momento de nacimiento de una persona y los eventos futuros que marcarán la vida de la misma? Es más, ¿podrías citar la fórmula que describe la Ley de la Gravedad, hasta la fecha la herramienta básica con la que describir el funcionamiento de planetas y estrellas, sin recurrir a una búsqueda en la Wikipedia?
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A Luis Cafamaun:
Puedes explicar porqué algunas estrellas de las 70.000 millones de millones de millones que existen en el universo nos afectan y las otras no?
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Gracias AydaN! Ya está corregido.
Permitido queda, faltaría más. Permítame usted a mí sumar una pregunta más a las realizadas por Ismael, con el simple objetivo de salir de mi ignorancia: ¿puede usted relacionarme algunos estudios publicados en revistas de revisión por pares donde se indiquen las pruebas por las que se alcanza la conclusión de que las predicciones y explicaciones astrológicas funcionan?
Gracias.
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No es por tocar las pelotas, pero usar insultos (aunque sean de nuevo cuño, como «magufo») no va a ayudar a cambiar opiniones de indecisos y mucho menos de contrarios. Es un mal muy común que hace que ideas correctas y hasta demostradas tengan problemas para extenderse; esa sensación que proyectan los entendidos de ciertos temas de considerarse por encima de quienes no piensan como ellos.
Yo soy agnóstico (ateo implica una certeza que yo nunca tendré), no creo en la mayoría de las supercherías que soléis citar (en ninguna de hecho, pero me reservo la opción de encontrarme en ocasiones futuras con que tratáis algo que yo consideraba cierto) pero no por ello creo que quienes sí lo hagan son inferiores. Y creo que las razones para mantener ciertas creencias son más fuertes de lo que muchos aceptan. Una Fe mantenida durante décadas y heredada de nuestros familiares no se puede tambalear tan fácilmente; da igual que hablemos de evolución, de que la Tierra no es plana o de que los homosexuales no son enfermos mentales. Creo que hay que convencer, no enfrentar.
Curiosamente ser consciente de la cantidad de aberraciones que nos rodean, y lo que es peor, del apoyo dado desde instituciones oficiales (lo de la ministra y sus pulseras es casi lo de menos; recordemos aquél hospital que investigaba vidas pasadas, o las conferencias de homeópatas en universidades) no me ha hecho menos tolerante a esas ideas, sino que por el contrario me ha servido para tolerar mejor las menos habituales. Si un señor africano me dice que no quiere salir en una foto porque la cámara robaría su alma, no me burlo ni me parece una insensatez, ya que aquí la gente cree que si ve pelis violentas se convertirán en personas violentas, que es casi lo mismo que cree el africano.
Entre las causas de la ignorancia general habláis de los científicos que no saben hacer llegar su mensaje. Me parece un poco injusto; primero, porque los medios de comunicación recortan, mutilan y tergiversan, y como bien sabéis es imposible explicar algo complejo en una sola frase, así que por muy bien que un científico exprese un descubrimiento, es imposible que éste llegue correctamente al ciudadano medio. Segundo, porque tal como están las cosas bastante tienen los científicos con evitar acabar en un McDonalds sirviendo menús, gracias a un gobierno incompetente que recorta en investigación una y otra vez. Creo que poner más presión en los hombros de los científicos es un pelín cruel.
En fín, echadle un vistazo a un programa (aunque no sé si se sigue emitiendo, hace tiempo que dejé de ver la tele) llamado «la botica de la abuela» en la que un individuo explicaba remedios caseros contra enfermedades, como poner un corcho debajo de la almohada para curar problemas respiratorios. Si ese tipo de supersticiones no se ha extinguido, ¿cómo queréis que desaparezcan cosas como la negación del SIDA o las pulseras magnéticas, que son relativamente nuevas y se revisten de legitimidad usando terminología científica?
Pido perdón por la extensión, estoy en un descanso y no tengo tiempo de ser más breve.
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Ozimandias:
Yo matengo al siguiente criterio cuando se hablan de creencias y cosas que no tienen que ver con la ciencia y la tecnología: existen las creencias populares (como algunas que tú mencionas, o las de los pueblos rurales latinoamericanos, por poner otras), y existen las creencias de sectores educados generalmente provenientes de la clase media y alta.
De los primeros, aplico y sostengo lo que tú dices. Vivo en México en donde constantemente tengo contacto con gente que sostiene creencias religiosas, míticas y populares con contenidos francamente anticientíficos la mayor parte de ellos. Sería absurdo de mi parte confrontarme con personas que por el otro lado muy difícilmente han pasado del nivel medio básico de estudios (10 años a lo más, lo que significa que la educación secundaria no fue terminada, y a veces ni la primaria) y pretender que cambiaran sus posiciones. Pero, ¿cómo ves? Es también la gente más receptiva que he encontrado para entender, si uno sabe explicar en un lenguaje apropiado, la importancia de la higiene y las vacunas, la necesidad de saber más cosas del conocimiento matemático y físico, y no le genera este aprendizaje conflicto alguno: de alguna manera, que yo no entiendo puesto que nunca he tenido ni dios ni religión, lo integran a su visión del mundo y modifican lo que tienen que modificar, integran lo que es necesario y siguen creyendo en sus dioses y sus costumbres, Y he de decirte que esta gente es la que no usa internet ni entra a blogs como este. Ni conocen de estos debates, ni tienen tiempo, ni les importa y ni entienden que existan personas que rechacen las vacunas, por ponerte otro ejemplo, sobre todo cuando las enfermedades que ahora son controlables matan a una parte de la progiene. Simplemente les parece absurdo, y te lo puedo en mi experiencia al preguntarles que les parece el hecho de que en algunos lugares hay gente que no se vacuna. He de decirte que la crisis de gripa de 2009 encontré mucha recepción de taxistas, cocineras y vendedores ambulantes de la información científica que proporcionó la UNAM, por poner un sitio. Y yo se las imprimía, fotocopiaba y les daba referencias. Y eso sin dejar de ver el negocio que se intento hacer.
De los otros, como el que se asocia con el avatar luis cafarmaun, que por la forma en la que escribe da la impresión de tener un nivel de estudios superior al básico, que tiene acceso a internet, que tiene el tiempo de venir de provocador a este blog, que ha tenido el tiempo suficiente para conocer sobre sus delirios astrológicos, que se pudrán. Si han decidido aventar por la borda la educación que recibieron del sistema educativo del sitio en el que viven, pero hacen uso de las ventajas que la ciencia y la tecnología da (como las computadoras), que se pudrán. Si de niños recibieron toda la protección necesaria tanto emocional como física y ahora de adultos en vez de proteger a los infantes se avientan imbecilidades antivacunas, que se pudrán. Si han decidido tirar la racionalidad por la borda y abrazar delirios antisida como los que pregona la izquierda esotérica delirante estilo García Blanca y basura que lo acompaña, que se pudrán. Si en vez de defender los sistemas públicos de salud, educación y trabajo saliendo a las calles vienen con sus idioteces pseudo-revolucionarias, que se pudrán. Cero contemplaciones para este tipo de personas, que son de una cierta elite cada vez más reducida que ha renunciado ha pensar y a cualquier compromiso social en nombre de fantasías delirantes sin sentido como la astrología.
En suma, estimado Ozimandias, si de astrología me habla una cocinera, una afanadora o un taxista o un campesino, creo que la actitud debe de ser de escucha, paciencia, comprensión, y si se puede, de proporcionar información científica válida con un lenguaje de acuerdo a su comprensión. Y dejarlo para que él o ella decida que hacer con la información, un tanto en la idea que propugnaba P. Freire y su pedagogía del oprimido.
Si de astrología me habla alguien que tiene tiempo libre, bien comido, con estudios universitarios, con acceso a todas las comodidades técnicas de la odiada civilización occidental, que fue vacunado en su infancia, que puede pagar sin problemas medicina real o fraudulenta, que se pudrán. Cero contemplaciones con esta gente. E invito a todos a hacer lo mismo.
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Habéis entrado en un tema muy peliagudo. Coincido con Ozimandias en que no se consigue nada descalificando y enviando a freir monas a magufos y timadores. Sin embargo, también coincido con Darío en comprobar cada vez más a menudo que ante determinado tipo de «creyentes», poco se puede hacer.
Sin embargo, estoy plenamente convencido que un debate siempre es bueno. No necesariamente para los que intervienen directamente, pero sí para aquellos que leen y calibran los argumentos de ambos lados.
Por eso, aunque en muchas ocasiones me apetezca mandar a paseo a más de uno, creo que siempre es bueno hacerle esgrimir sus razones, defender sus afirmaciones y obligarle a enseñar las cartas. Él se irá como la paloma que en un tablero de ajedrez derriba las fichas, se caga en el tablero y retorna al palomar jactándose de haber ganado la partida. Sin embargo, los espectadores juzgarán cuál han sido los argumentos que más les han convencido.
Mandémoslos a paseo, sí, pero rebatiendo con argumentos y con evidencias.
Y con respecto a lo que mencionas de los científicos, Ozimandias, es cierto que pedimos demasiado. Sin embargo, tú mismo lo has dicho: nadie puede divulgar en condiciones si no es un científico. Es trabajo extra, cierto, pero si se primara en los curricula y en los sueldos, estoy seguro de que muchos lo asumirían gustosos. Lo que no se puede, ciertamente, es pedir que hagan algo gratis porque otros profesionales que cobran por ello lo están haciendo de pena.
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Ahí le has dao Ozymandias, sin contemplaciones. Recuerdo una ocasión en que un medico colaborador de Médicos Sin Fronteras contó como aprovechó pragmáticamente las creencias de las comunidades tribales en cierto país africano (no recuerdo cual era), por lo visto les costaba horrores convencer a las poblaciones de los beneficios de hervir el agua hasta que un día se le ocurrió decir que esa práctica ahuyentaba los malos espíritus. El caso es que de la noche a la mañana empezaron con esa práctica y se propagó como la pólvora.
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Abensend, es interesante lo que comentas y representa una solución médica, pero en absoluto es una solución educativa. Es lo mismo que el motivo por lo que los musulmanes no comen cerdo.
Eso no es educar, sino aprovechar la mitología (para un fin encomiable, sin duda, pero nefasto intelectualmente hablando). Si no se combina con un programa educativo a largo plazo, es pan para hoy y hambre para mañana.
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Sin duda, solo quería resaltar una palabra que me parece importante en todas estas cuestiones y es «pragmatismo».
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Ahí, nada que objetar. Como solución de urgencia (y salvar la vida de cientos de niños es bastante urgente), bien valen unas cuentas de colores.
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Pienso igual que tú, JM: salvar niños bien valió lo que hizo el médico.
Y no olvidemos que mientras nosotros podemos hablar de pragmatismo y tolerancia, los magufos como los que describo actúan por el principio de destruir lo que ellos consideran ataca sus posiciones.
Creo que la defensa de la racionalidad y la ciencia, la verdadera ciencia debe ser un principio que no puede estar sujeto a pragmatismo como método.
Saludos.
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No se si habreis visto a la nueva ministra de Sanidad, con la famosa pulserita puesta :S
http://blogs.elcorreo.com/magonia/2010/10/20/fotos-leire-pajin-nueva-ministra-sanidad-con-la
Así nos va…
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Como casi siempre, tienes razón JM.
Bueeeno… vamos a intentarlo una vez más (aunque el cuerpo nos pida decir «que se pudran» en los casos concretos que cita Darío):
Nuestro amigo Luis Cafarmaun 7# nos recomienda leer a Jung para entender cómo funciona la Astrología. Eso me ha traído a la memoria mis inocentes tiempos de juventud hace 25 años, cuando todos leíamos a Freud y Jung, por aquel entonces considerados «popes» de la Psicología. Y me lo ha recordado porque incluso en aquel entonces, cuando la obra de Freud nos parecía muy atractiva, a Jung lo veíamos todos como demasiado esotérico. No obstante, había que leer su obra, al fin y al cabo era discípulo de Freud, en cierto modo su continuador, y… en todo caso a principios de los 80 estaba de moda (aunque en el fondo nadie compartiera sus ideas). 😀
Hoy día la Psicología ha sufrido una fuerte revolución como consecuencia de la introducción de herramientas propias del método científico. Como consecuencia la obra de Freud ha envejecido mucho con el tiempo. Yo sigo pensando que al menos una parte de esa obra puede ser rescatada como Filosofía (cosas más raras dice San Agustín, oiga 🙂 ), aunque desde luego no como Ciencia ni mucho menos como terapia práctica, al menos mientras no existan estudios capaces de distinguir el Psicoanálisis de un placebo.
En Jung bajo mi punto de vista no hay nada que rescatar. Ideológicamente estamos hablando de un cadáver.
No obstante, lo que se nos pide no es una critica «ad hominem», sino que analicemos lo que Jung nos dice sobre cómo funciona la Astrología. Y… bueno, básicamente es lo siguiente:
«-P.: ¿De qué modo: físico, causal, sincrónico…, piensa usted que pueden establecerse estas relaciones (entre la Psicología y la Astrología)?
-Jung: Me parece que en este caso se trata sobre todo de ese paralelismo o simpatía que llamo sincronicidad: relación acausal que expresa aquellos nexos que no se dejan formular por la causalidad, como por ejemplo la precognición, la premonición, la psicokinesia (PK), y también lo que se llama telepatía.»
(Entrevista en L’Astrologue, nº 8, 40 Tr. 1969, París).
Traducido al castellano, lo que nos viene a decir Jung es que NO hay una relación causa-efecto entre la Astrología y el comportamiento humano. Por eso habla de «relación acausal». Lo que viene a decir es que hay un paralelismo inexplicable comparable a otros fenómenos igualmente inexplicables por la Ciencia (y negados por la misma en los términos en que Jung los plantea).
Por una parte se renuncia a encontrar una explicación y por la otra no se ofrece ningún dato que corrobore que esa relación exista (más allá de la experiencia personal, que como hoy sabemos es un argumento muy endeble).
En definitiva, lo que nos pide Jung es que creamos en la Astrología por fe. Y no, lo siento, pero estamos muy mayores ya para eso… 😛
Saludos.
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Efectivamente, así nos va… 😕
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A mí una vez me hicieron una carta astral. En ella me decían que en la década de mis treinta años me convertiría en el líder de una revolución política. Si pasa ya os cuento…
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¿Estás en los cuarenta? 😎
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Noooo… estoy todavía en la década de los treinta… y aún me queda…
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Sí la hemos visto, lamentablemente 🙄
Rano, gracias por el comentario. Yo en los 80 conseguí leer a Freud, pero con Jung ya no pude…
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Lástima que no sé cómo poner flores aquí, pero te dedico unas, sabiendo que hay alguien que vale la pena del otro lado.
Abrazos.
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Acabo de leer un post sobre este tema de Dani Mateo y me ha hecho gracia:
http://www.nuestrascosas.tv/2010/10/21/i-want-to-believe/
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Muy buen post.
Hace un tiempo escribí en mi blog una serie que llamé «Porqué los ateos no creen en el Infierno», donde analizo (modestamente) experimentos que realmente hablan sobre cómo se forma en nosotros el conocimiento, pero que sirve para explicar porqué alguien con estudios y formación puede caer míseramente en la superchería.
Sin embargo, no hablaba de la falta de educación, que sin duda es un factor a tener en cuenta cuando alguien cree: Los magos son los que menos creen en la magia.
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