“Que un profesional se dedique a tratar como a un apestado a una persona por sufrir una enfermedad es un claro síntoma de como van las cosas”
Desde 1991, unos días después de que Magic Johnson hiciese pública su condición de seropositivo, estoy diagnosticado como seropositivo. Con 25 años conocí a la que fue mi pareja. Tras unos años de convivencia empezó a enfermar de forma continua, fiebres, catarros que no se curaban, sueño constante, diarreas… Tras visitar a múltiples charlatanes, la joven era antimedicina oficial, y ante un empeoramiento de su estado de salud por fin logré convencerla para acudir al hospital. En menos de media hora le hicieron el diagnóstico. Eran otros tiempos (¡joder! si sólo ha pasado una veintena de años) y la medicina, los médicos y los allegados poco o nada podían hacer salvo compadecerse o apartarse como si de una leprosa se tratara. Por consejo médico, y por ser consecuente con la filosofía de que es mejor saberlo e intentar ponerle remedio que ignorarlo y sufrir las consecuencias, me hice la prueba con resultado positivo. A principios de los 90 era una auténtica sentencia de muerte, no se si alguien puede imaginar lo que sentí al conocer la noticia.
Eran los tiempos del AZT, que no hacía nada al virus pero aumentaba el número de CD4 con lo que las infecciones eran más esporádicas. Al principio, con tratamiento diario, llegué a tener menos de 100 CD4 y varios millones de copias de virus, en aquella época sólo se miraban los CD4 y no el número de copias del virus en sangre. Vi a mi pareja morir con el cerebro completamente destrozado por el VIH, accidentalmente tuve acceso a la radiografía que le hicieron, en ella se veían cinco tumores que invadían su cerebro, estaba completamente senil y tan sólo tenía 29 años. A pesar de estar completamente hundido, seguí con el tratamiento, los laboratorios produjeron nuevos y más efectivos fármacos contra la enfermedad, fui tratado con AZT, Videx, Zerit, Epivir… (como no soy químico, no puedo ofrecer el nombre de los principios activos, así que sólo pongo los nombres comerciales) hasta que aparecieron los «cócteles» y aquí estoy, a la espera de la ansiada vacuna.
En todo este tiempo no he dejado de sentirme como un apestado, no sólo ha sido un sentimiento propio, es una realidad social que desgraciadamente también está arraigada entre la clase médica. Cada vez que tengo que ir a una consulta ajena al personal que habitualmente me trata procuro silenciar mi condición de seropositivo, la experiencia me ha hecho tomar esa determinación: el trato mejora considerablemente y la atención que te dispensan es completamente diferente.
Debido al efecto tóxico del «Sustiva» sufrí hace unos cinco años una miocardiopatía dilatada. Según el informe médico, el corazón me funcionaba al 17%, oficialmente me quedaban pocos meses de vida (yo tenía entonces 48 años) Cuando noté los primeros síntomas de la afección cardíaca me encontraba en un pueblo de Salamanca, una noche estaba tumbado en la cama y de pronto se me cortó la respiración, me ahogaba y no conseguía coger aire. El susto que me pegué fue mayúsculo. Acudí al ambulatorio local y me atendió una doctora. al enterarse de mi condición de seropositivo me soltó «Irás de coca hasta arriba», me dio una pastilla que no se ni que era y se largó a la sala para seguir viendo la telenovela (cuando entró en la sala subió el volumen de la televisión) y comentó con algún compañero suyo que «No era nada, un yonqui que no tiene otra cosa que hacer más que venir aquí a molestar». La enfermera, en cambio, me dijo muy amablemente que volviese cuanto antes a casa y fuese directamente a mi médico, que no lo dejase ni un segundo. Al día siguiente y tras un simple electrocardiograma me diagnosticaron la miocardiopatía dilatada. Un auténtico palo, pero el «palo» más gordo vino de la mano del que se supone que debía de preocuparse por mi salud y bien estar. El cardiólogo que me asignaron me soltó que dada mi condición de seropositivo, estaba excluido automáticamente de cualquier lista de transplante y él, el cardiólogo, no iba a mover un dedo por mí. Allí estaba yo, con cara de gilipollas, no sabiendo si arrancarle la cabeza al hijo de la gran puta del Sr. cardiólogo o tirarme por la ventana.
Afortunadamente, el médico que lleva mi caso me animó y me dijo que no me preocupara por el tema ya que en caso de necesidad sería incluido en lista de espera para transplantes, cosa que no fue necesaria, al cambiar de tratamiento el corazón se recuperó más o menos y yo pude seguir con mi vida normál.
A día de hoy por fortuna (y gracias a la ciencia, la medicina y las pérfidas farmaceúticas) mi estado es inmejorable: copias de virus indetectables y CD4 sobre los 800, el único problema que tengo con la medicación son unos niveles altos de colesterol, que mantengo a raya a base de verdura a manta y poquísima proteína animal. Mi vida es normal, como la de cualquier otra persona. Trabajo normal, puedo desarrollar esfuerzo físico bastante intenso y afortunadamente no tengo que tener un especial cuidado con mi salud, tan sólo seguir el tratamiento de 4 pastillas diarias de «kaletra» 2-0-2. A pesar de todos los palos que algunos se empeñan en meter en las ruedas, nunca como hoy me he sentido tan lleno de vitalidad. No quisiera acabar este rollo sin dar las gracias al equipo médico que nos ha tratado desde el principio, sin ellos todo hubiese sido muy diferente y sin duda muchísimo peor.
Entiendo que cualquier ciudadano de a pie se atemorice por la falta de información o por la deformación que existe en la misma, pero que un profesional de nivel se dedique a tratar como a un apestado a una persona por sufrir una enfermedad de la que no es responsable es un claro síntoma de como van las cosas por el mundo para los que sufren enfermedades «vergonzantes» en el siglo XXI . Contando esta historia no pretendo denunciar a nadie ni buscar ningún tipo de resarcimiento, tan sólo expongo una realidad que en veinte años ha cambiado muy poco pese a todas las campañas realizadas, intento hacer ver que esa actitud lo único que consigue es que los posibles afectados por la infección no tomen las medidas oportunas para poner todos los remedios que estén a su alcance para frenarla y para evitar extenderla y esto es responsabilidad de todos: enfermos y profesionales de la medicina.
NOTA DE LOS ADMINISTRADORES:
En este espacio se pretende dar voz a personas seropositivas, sin embargo hemos de advertir varios puntos:
1. Los administradores no somos responsables de las historias aquí contadas. No conocemos personalmente a las personas que dan su testimonio por lo que no podemos garantizar la veracidad de las mismas. Simplemente confiamos en la buena vez de quien comparte su experiencia.
2. Esta sección no pretende ser un consultorio de salud, por lo que estas experiencias no deben ser tomadas como guías de tratamiento. La única recomendación de salud que efectuamos desde aquí es que los afectados consulten con un médico que les proporcione confianza.
3. No pretendemos organizar debates sobre las causas, detección o tratamientos del SIDA, simplemente conocer historias y experiencias. En ese sentido pediría que se abandonasen las críticas a los autores de estas historias y a su visión de la enfermedad. Hay otros artículos en este blog donde hablar de esos temas.
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Gracias por compartir tu experiencia o, mejor dicho, tu vida, Kaope. La verdad es que te deja con los pelos de punta, aunque no se si es más por la trageda que has pasado o por la reacción de los «profesionales» que comentas.
En cualquier caso, ánimo y gracias por el ejemplo de que se puede superar hasta el puto infierno.
Saludos.
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Una de las cosas que mas pone los pelos de punta es que todos los que habeis compartido vuestras experiencia con nosotros es el hecho de que, aparte de lo jodida que ha sido vuestra situacion por la enfermedad en si, el escarnio que habeis sufrido por parte de la sociedad. Como se suele decir, encima de cornudos, apaleados.
En fin, muchos animos.
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Gracias por esa enriquecedora historia!
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Gracias por el apoyo. He aprovechado esta página, donde parece que se mueven profesionales de la medicina, para denunciar algunas situaciones más propias de la edad media que del siglo en que vivimos y que me resultan completamnete incomprensibles, aunque afortunadamente cada vez son más escasa. Un saludo y gracias también por lograr que gente de a pie sin ningún tipo de conocimiento científico como yo, disfruten de las noticias que se publican en este blog. Saludos.
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Estos relatos de boca de los principales protagonistas tienen un valor incalculable. Muy agradecidos por abrirnos un poco más los ojos ante una realidad tan injusta y triste como desconocida para la gran mayoría de la sociedad.
No sé de quién fue la idea de esta serie en el blog pero ha sido un gran acierto.
Como reflexión me quedo con la última frase del texto: «intento hacer ver que esa actitud lo único que consigue es que los posibles afectados por la infección no tomen las medidas oportunas para poner todos los remedios que estén a su alcance para frenarla y para evitar extenderla y esto es responsabilidad de todos: enfermos y profesionales de la medicina».
Los profesionales de la salud y la sociedad en general deberíamos darnos cuenta de que la discriminación y el mirar a otro lado no sólo no ayuda a los enfermos, sino que se vuelve en contra de la propia sociedad de muchas y variadas maneras.
El rechazo y la discriminación a cualquier colectivo sólo genera calamidades en un mundo globalizado donde todos necesitamos de todos.
Saludos.
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Kaope, compañero, no sabes cómo te entiendo… Ánimo, y p’alante…
A mí también me ocurrió una cosa parecida con una odontóloga de la Seguridad Social, en concreto del centro médico Ángela Uriarte de Vallecas (y lo digo para que se sepa. Creo que es interesante también dar a conocer el nombre y lugar de trabajo de los «pofeshionales» que dispensan este tipo de trato). El caso es que me iba a sacar una muela, y la tía entra a matar sin guantes, cosa que me di cuenta después de que me pinchara la anestesia, a lo que le digo «disculpa, si no te importa, ponte guantes, que soy seropositivo», y va la tía y me dice «es que esto me lo tenías que haber dicho antes, ¿cómo no lo has dicho?, ¿qué quieres, contagiarme?», a lo que le contesté «no, lo que no quiero es que tú me contagies nada a mí». Acto seguido, me levanté, y le pedí que entrara el odontólogo de al lado, que no quería que ella me tocara. Entra el buen hombre, y en la puerta, esta tía le dice «cuidado con éste, que es seropositivo», a lo que él, tras mirarla de arriba a abajo le dice «¿Y?». Me sacó la muela, salí de allí, me fui a Atención al Paciente, puse la correspondiente reclamación, además, amenazando que si no hacían nada, iría a los tribunales, y me consta que se le abrió expediente. Si te dedicas a esto de la medicina, lo tienes que hacer con todas las consecuencias. Y si no, dedícate a cualquier otra cosa.
Y con respecto a lo de identificar sida con adicción a las drogas, estoy totalmente de acuerdo contigo. Sobre todo la gente que ha sufrido lipodistrofia, que aunque se hayan operado se nota un poco, se les trata a patadas. Mi marido, que la tuvo en su momento, en según qué sitios, le miran raro, y claro, voy yo al lado que soy un puto rottweiler con estas cosas y más cuando tocan a lo que más quiero, y no es raro que en más de una ocasión monte el pollo.
De todas maneras, Javi pone encima de la mesa una cuestión que es fundamental, y es que el sida, a día de hoy, sigue siendo una enfermedad con un factor de exclusión social enorme, y hace casi más daño el entorno social que la propia enfermedad. Los índices de depresión entre la población seropositiva son mucho más altos que entre la población sana, o con otro tipo de enfermedades, y esto se debe básicamente al estrés constante que supone ocultar tu situación serológica al resto del mundo, bajo la autoamenaza de que si se enteran de tu situación, adiós al trabajo, la gente te va a empezar a mirar mal porque es igual la forma en la que te hayas contagiado, sólo van a suponer que, o eres un yonqui, o maricón, o una puta si eres mujer; y el sambenito que te cuelgan y que ya no te lo quitas en la vida. Esto, psicológicamente, machaca al más pintado. Si encima luego vas al médico y te toca una perlita como la de urgencias que nos narra Kaope o la odontóloga con la que me topé yo, pues apaga y vámonos…
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Majaderos y estúpidos debe haberlos, por lo visto, en todos los colectivos, incluidos los médicos. El ser culto y formado no les aísla, aunque debería, de los prejuicios sociales.
Cuando un médico es gilipollas, esta característica se amplifica notablemente debido a las expectativas que de él tenía el paciente que lo sufre. Ojalá fuese cierto el refrán “a cada cerdo le llega su San Martín”.
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Quería expresar mi apoyo y mi solidaridad a Rhay, a Kaope, a Marco y a cuantas personas participen en esta sección contando sus experiencias como enfermos de SIDA o como seropositivos.
Os entiendo muy bien y empatizo plenamente con vosotros, de corazón.
Este post de Kaope en concreto me ha tocado profundamente porque, aunque yo no padezco algo tan agresivo y peligroso si no se trata adecuadamente como es el SIDA, padezco una enfermedad que produce un asombroso y cruel rechazo médico, laboral, judicial, social y familiar (a mí me ha destrozado la vida, sin ir más lejos, dejándome en el más absoluto desamparo y exclusión sociales, incluyendo la asistencia sanitaria pública -dependiente por completo de la generosidad particular de mi pareja y lejos de mi país y de mi hija para siempre, que espero no se prolongue demasiado ese «siempre»-).
Mi enfermedad no es mortal directamente (nos mata de desesperación y de abandono -y de suicidio en más de un 25% de los casos, con dos cojones y sin que parezca que pase nada-) pero es tratada peor de como es tratada la criminalidad, como sucede a menudo con vosotros, enfermos de SIDA y seropositivos; por eso me ha llegado al corazón, como un dardo largo y afilado, el relato de Kaope.
Mi enfermedad, no mortal pero interminal es la Fibromialgia, que también he aprendido a ocultar en cada consulta e intervención médica y en cada reunión social que mantengo. Así evito maltratos que llegan a ser surrealistas.
Así pues, me solidarizo con vosotros, las y los apestados de esta época y me uno a vuestra denuncia en contra del trato cruel e inhumano que se dispensa a menudo a los que padecemos enfermedades prohibidas por decreto y por ello desconocidas, perseguidas y temidas. En la mía, ni siquiera se ha investigado seriamente para obtener tratamientos efectivos y averiguar sus causas; como «no mata».. («sólo» no deja vivir; te mantiene eternamente baldado, dolorido, fatigado, deprimido y muerto en vida) pues nadie la toma (ni nos toma) suficientemente en serio.
Denuncio, con vosotras y vosotros, el maltrato a los enfermos proscritos, que es sistemático, cruel e injusto.
Y perdonad la intromisión y el desahogo, pero me pudo el dolor y la rabia compartidos con vosotros, Rhay, Kaope y Marco; y ya no aguanté callando una vez más.
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Soy nueva comentando en este blog, el cual acabo de descubrir hace unos días y me he encontrado temas por demás interesantes. Me encanta y prometo regresar aquí diario aunque soy un poco tímida para preguntar y para opinar, pero esto tenía que decirlo.
Leyendo las experiencias de Kaope y Rhay me hizo recordar ciertas reacciones que ví en mi trabajo anterior. Soy química clínica, así que también tengo algo que ver con las cosas de salud. En fin, el caso es que yo era empleada de un laboratorio donde las pruebas rápidas de VIH casi siempre eran pedidas en pruebas prenupciales o en estudios de rutina para las embarazadas.
Siempre me he vanagloriado de ser positiva, no juzgo a la gente por las primeras impresiones y en ese entonces estaba bastante encariñada con mis compañeras de trabajo, todo hasta que atendieron a un muchacho en particular. Primero, la química encargada de tomar la muestra sanguínea se puso una máscara de plástico transparente, una que le cubría todo el rostro, algo que definitivamente no se hace con los pacientes de rutiina. Luego trajo el tubo con sangre como si fuera una bomba a punto de detonar, hasta tomándolo con las puntas de los dedos como si fuera veneno. Nada más se fue el chico, otra de mis compañeras sacó el cloro y el desinfectante para limpiar donde se había sentado nuestro paciente y de paso toda la sala de espera, aún con gente, cuando la limpieza se hace antes de abrir y después de cerrar.
No era un comportamiento normal, nunca las había visto así. Después llegó mi jefa a decirme que yo no tocara la sangre (era aprendiz en ese entonces), que ella lo haría con extrema precaución porque ese chico podría estar infectado con el VIH. Ahí fue donde me enteré del por qué de todo el alboroto.
Seguía sintiendo que estábamos en un mundo paralelo, pero lo peor vino después. Empezaron a hablar del chico, alguien que no conocíamos en lo absoluto. Llegaron a la conclusión de que era gay y que «por eso» estaba infectado. Se me cayó el alma al suelo, no me podía creer lo que estaba escuchando. Aparte de ignorantes, homofóbicas. Me puse del lado del chico y les dije que ser gay (en caso de que lo fuera, repito, no lo conocíamos) no quería decir que tuviera SIDA y que además estaban teniendo un comportamiento muy poco profesional al no saber los medios del contagio, pero se me fueron encima diciéndome que qué sabía yo, que yo era ayudante nada más.
Lo único que me hizo alegrarme luego de ese amargo sabor de boca fue que el chico dio negativo para la prueba rápida. Lo malo fue que me quitaron esa alegría al quejarse de que «se habían preocupado y habían hecho todo eso para nada». No recuerdo haberme enojado tanto con otro ser humano como me enojé esa vez.
El muchacho no regresó para la segunda prueba luego de seis meses, por lo que espero que haya ido a otro laboratorio. Yo por mi parte terminé renunciando a ese trabajo, luego de ese episodio ya nunca volví a ver a mis compañeras igual. Perdón por los murotes de texto, pero es que tenía que contar esto. A pesar de que sea publicidad negativa para mi rubro, también hay químicos cabrones, así que mucho cuidado con ellos.
Saludos.
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Crista, bienvenida y gracias por tu comentario. Hoy leyendo otro blog me he topado con la frase «los no creyentes fueron castigados por Dios con la lepra». Ese tipo de planteamiento fanático está muy extendido y hace mucho daño. Historicamente se ha vivido con la lepra, con la sífilis, con las enfermedades degenerativas, etc. Es una forma de exteriorizar el miedo de una forma irracional: «a mí no me puede pasar» cuando en realidad es un comportamiento inhumano y que encierra mucha maldad al despreciar a las personas justo cuando más ayuda necesitan. Lo peor es que muchos lo siguen pregonando y proclamando a los cuatro vientos, su falta de luces les impide ver el daño que hacen.
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Esta frase me parece aterradora: «No era nada, un yonqui que no tiene otra cosa que hacer más que venir aquí a molestar».
Y no por un solo motivo sino por varios:
-Profesional negligente y claramente incompetente en tanto que no dispensó la atención que el afectado requeria. Además posteriormente se confirmó que la requeria de manera urgente.
-Puedes pensarlo pero que necesidad hay de que el afectado lo oiga.
-Prejuicio evidente. Tiene SIDA, es un ionqui.
Lo cual nos lleva al punto siguiente. Si el enfermo hubiese sido realmente un ionqui. ¿Que hubiera hecho este personaje? ¿Dejarle morir en la calle?
Siento que gente como Rhay o Kaope esten enfermos. Pero lo que realmente me parte el alma es que tengan que encontrarse a diario con este tipo de gente.
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Uri, si hicieras una encuesta pidiendo a la gente que escribiera la posibilidad que piensan que tienen ellos de contraer el SIDA, muchos escribirán 0%. Y no lo hacen porque se alineen con las tesis de los negacionistas, sino porque piensan que el SIDA es cosa de yonquis y maricones depravados, y por tanto ellos están a salvo. Ese «siempre hay un culpable» tan característico de la tradición judeo-cristiana nos acompaña, y enseguida se piensa en el «algo habrá hecho». Del «algo habrá hecho» al «pues se lo merece» sólo hay un paso y esa segunda frase encierra mucho desprecio. Pienso el verdadero motor de esa conducta es el miedo, pero no puedo negar que a esa conclusión he llegado porque suelo pensar bien de la gente. Pensando mal se concluyen cosas mucho más peliagudas para nuestra sociedad.
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Grandes verdades, Manuel.
Creo que socialmente se desprecia al que se sabe (o se cree que lo sea) incapacitado para el binomio mágico de la sociedad actual: producir-consumir. Si no haces eres capaz de «estar a la altura» en ese juego, tienes altísimas probabilidades de quedar excluido socialmente. Y si encima das miedo a los demás, por algún motivo (como sucede con el tema del VIH-SIDA) pues encima te esperan toda clase de estigmas sociales y de ataques gratuitos.
Los enfermos de SIDA ponen en evidencia muchas de las carencias humanas de nuestros modelos sociales hegemónicos; sin desearlo y sin tener culpa alguna de ello; pero ponen el dedo en demasiadas yagas… y les pegan el manotazo para quitarse ese molesto dedo de encima.
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Obviamente, en la frase: «Si no haces eres capaz de “estar a la altura”, sobra el «haces» que no sé de dónde salió, jeje. Perdón.
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En efecto, yo también creo que el mayor problema es la falta de empatía, el no ponerse en el lugar de los enfermos porque mucha gente aún se piensa que es un «castigo divino» y que «se lo merecen». Mis compañeras, por ejemplo, afirmando que el SIDA es cosa de homosexuales, se están excluyendo automáticamente: «como yo no soy marica ni drogadicta, esto nunca de los nunca me va a pasar a mí».
Es mucha la ignorancia también. Se creen que porque sólo tienen sexo con sus esposos/novios, ya con eso están a salvo del VIH. Y no estoy hablando de una posible infidelidad por parte de ellos, sino que, sobre todo en el ambiente donde trabajo, siempre puede pasar un accidente. Te pinchas con una aguja, se te rompe un tubo en la mano o te cortas con un portaobjetos. Igual le pasa a otras personas que, sin deberla ni temerla, pueden verse infectados sin necesariamente estar en «factor de riesgo». Pero como ellas creen que Dios las protege y que «esa enfermedad» es de parias, pues viven en su propia búrbuja, una de la que sólo salen para tratar mal a los pacientes.
La sociedad debería de quitarse la venda de las religiones que tanto daño han hecho. Eso de que siempre va a haber un culpable o de que si te enfermaste es culpa tuya por el «libre albedrío» y esas tonterías. Aún nos falta crecer mucho como especie y espero vivir para ver un cambio verdadero algún día donde estas actitudes no sean lo común, sino lo que cause desprecio y reproche (sin contar que es y debe ser criminal, sigue siendo una forma de discriminación).
Gracias por la bienvenida y saludos.
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Kaope
Te digo lo mismo que le dije a Rhay, gracias.
Soy estudiante de medicina (a mitad de carrera pero bueno) y, a pesar de que nunca he tenido prejuicios, espero no olvidar todas estas historias cuando ejerza.
Por lo que decís (aunque ya lo imaginábamos) duele más el trato que la enfermedad.
Ánimo a todos (a ti también Jose Manuel).
Como dice Rhay Si te dedicas a esto de la medicina, lo tienes que hacer con todas las consecuencias. Y si no, dedícate a cualquier otra cosa.
Yo lo he dicho muchas veces y reconozco que mis profesores lo están haciendo muy bien.
PD Tenías que haber denunciado a la doctora del ambulatorio y a la odontóloga.
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Ayer ví una entrevista a la premio Nobel Françoise Barre-Sinoussi en la que contaba una experiencia que le había ocurrido en varios países: tras tomar un taxi, el taxista le preguntaba en qué trabajaba. Ella decía que su trabajo consistía en investigar el VIH y el SIDA. Varios taxistas le contestaron diciendo que por qué no se dedicaba a estudiar alguna enfermedad que afectara a la gente decente en vez de malgastar el dinero de esa forma.
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Me da mucha rabia que ocurran casos como éste por el daño que se le hace al enfermo, evidentemente, y también porque es la razón de que muchas personas abracen las pseudociencias, ya que muchos charlatanes sí les «escuchan» y «tratan como a un ser humano», etc.
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Cuando el sacerdote que nos impartía catecismo se le preguntó una vez sobre el tema respondió algo similar: que mientras siguiéramos el camino de Cristo, esas enfermedades que solo afectan a los pecadores nunca nos afectarían. Así que procurar que fuéramos puros de corazón era la mejor vacuna para cualquier enfermedad para pecadores.
No, no tengo doscientos años, hablo de un año relativamente reciente como 1995 (que técnicamente es otro siglo 😉 )
Ahora me gustaría preguntarle cuales serán esas enfermedades que solo afectan a la gente pecadora y qué enzimas usan tales agentes patógenos para determinar el grado moral de la persona. Digo, tal vez la microbiología pueda darnos la mayor revolución moral y social de todos los tiempos y quizá nos lo estemos perdiendo.
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Pues en contra de lo que piensen religiosos y «gente de recta moral» soy la prueba viviente de que la vida monógama y bla, bla, bla.. no te exime de absolutamente nada.
Crista, el miedo es libre, pero por encima del miedo están los protocolos de actuacion y el sentido común. La enfermera que nos cuida en la consulta lleva allí desde el principio, sólo trata con seropositivos y sabe perfectamente como debe hacerlo, como cualquier profesional de la medicina debiera de saberlo, que un profesional de la medicina de laboratorio, dentista, cardiólogo… desconozca el procedimiento dice poco o nada de su profesionalidad, y desde luego, los juicios a priori solo te pueden llevar a meter la pata en el mejor de los casos.
Rhay afortunadamente cada vez son más escasos estos comportamientos pero todavía los hay, desde luego nada comparable con hace veinte años (afortunadamente)
Herbert me alegra que participes en este hilo, no hay cosa más agradable que ser correctamente atendido por alguien competente y alejado de prejuicios. Espero que todos tus compañeros estén tan concienciados como tú.
Manuel, acojona pensar que la primera información que se dio con el tema del VIH es la que prevalece casi treinta años después. A ver si entre todos vamos poniendo un poco de luz sobre el tema.
Saludos.
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Tengo la desagradable y persistente impresión de que mi comentario largo anterior no cayó bien o fue percibido casi como un intento de desviar el asunto o reventar la marcha del post y los comentarios, al más puro estilo troll.
Por ello quería puntualizar que mi apoyo y solidaridad con los autores de los post y con los enfermos de SIDA y los seropositivos son totales, sinceros y sin reservas.
Únicamente sucedió que el post de Kaope removió mucho dolor acumulado en mí por motivos muy parecidos y quise sumarme a la denuncia de los malos tratos sociales y sanitarios que se brinda con demasiada frecuencia a las personas enfermas de determinadas enfermedades que asustan hasta extremos ridículos y, a veces, criminales.
Salud y solidaridad con las víctimas de todo abuso e injusticia… y más si encima están enfermas.
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Brillante reflexión, Manuel.
Me atrevería a añadir que ese miedo del que se deriva todo lo demás proviene, en parte, del desconocimiento o directamente negación del hecho de que no tenemos todo controlado en la vida, y que el devenir está más sujeto al «azar» de lo que nos gustaría para poder vivir confortablemente y sin incertidumbres.
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José Manuel, esa impresión debe ser particular tuya, no me sentí en ningún momento molestado por tu comentario.
Una triste historia sobre la discriminación social del SIDA: http://www.elmundo.es/america/2012/02/14/colombia/1329233052.html?a=1ed9150705a54633ea9c76c2ac1e2995&t=1329238232&numero=
Los dos jóvenes eran muy apreciados en sus respectivas parroquias por su gran labor social y pastoral. Parece que ni poniendo eso en un platillo de la balanza les sacó a flote cuando imaginaban cómo se les trataría en el otro platillo.
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Cuando vi que se iniciaba esta serie de testimonios sobre el padecimiento de la enfermedad pensé «esto va a estar bueno»; me quedé corto, esto (como dicen los españoles) de puta madre.
Lo enriquecedora que resultan las distintas experiencias, al menos a mi que me quedan dos materias en medicina y escuchar la voz de personas que han hecho de pacientes en estas enfermedades, no se dan ni puta idea; desde el hilo principal, hasta lo de la fibromialgia que nos cuenta José Manuel. De todos aprendo.
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Manuel, me acabas de dejar ojiplático con la noticia que nos cuelgas… Dioses…
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Impresionante historia… resultado de mezclar los cojones con comer trigo…. Como ya sabemos todos, la realidad supera con creces a la ficción.
Saludos.
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Impresionante historia la que ligas, Manuel
E impresionante también la historia de este post: todo mi apoyo al que ha tenido el valor de denunciar a los que le han maltratado.
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