¿Por qué dejamos de hacer preguntas?
¿Quién no se ha visto sorprendido alguna vez por una pregunta aguda de un niño?, de esas que se hacen a su vez preguntarte, ¿cómo no se me había ocurrido esa pregunta? La curiosidad, el afán de conocimiento es algo innato a nuestra especie y se pone más de manifiesto en la niñez. Es esa época de la vida en la que se absorben datos y experiencias como una esponja. Es en esa etapa cuando se hacen preguntas cruciales. Dudas como ¿por qué vemos el cielo azul o por qué las plantas son verdes y no de otro color? pueden parecer ingenuas, pero son muy complicadas de responder. De hecho en su respuesta están algunas de las claves que ayudan a entender la biofísica de la naturaleza.
Sin embargo cuando nos hacemos adultos esa curiosidad innata parece desaparecer en muchas personas. La mayoría deja de preguntar con ese afán. Ya sea por timidez o por una falsa seguridad, la adolescencia hace que la curiosidad en lo que nos rodea disminuya. Pasear con un niño por el campo o por un museo implica un bombardeo constante de cuestiones de todo tipo. Sin embargo, con individuos adultos la cosa cambia. Lo incomprendido sigue ahí: minerales, animales, plantas, estrellas, nubes, estatuas, civilizaciones; todo eso que ni el más experto conoce completamente. Sin embargo, son los niños los que señalan hacia lo desconocido con más afán.
La duda es la base del conocimiento, cada dato que conocemos ha venido precedido de una pregunta. De hecho los grandes genios no sólo se caracterizan por mirar más allá y encontrar soluciones geniales, sino por plantearse preguntas que nadie se había hecho antes. En cierto sentido los genios siguen acompañados de ese niño que hace preguntas impertinentes, esa cuestión que parece no tener respuesta.
Pienso que un aspecto importante que debe cuidar la educación es el de la duda, estimular la capacidad de hacer preguntas y, con el tiempo, ir enseñando los mecanismos para encontrar respuestas a las mismas. O estimularles a que ellos mismos creen los caminos para encontrar las respuestas. Hay preguntas para los que no conocemos la respuesta, incluso estamos tan lejos que ni siquiera sabemos cuál es el camino para obtenerla. Inventar primero ese camino es la forma de alcanzarla. ¿Y cómo se llega a esa estimulación? Mirando a los clásicos, contemplando qué aspectos cuidaban en su educación. Los griegos plantearon campos multidisciplinares, enseñando a la vez matemáticas y filosofía, ciencias naturales e historia, literatura y arte. Realizando una educación integral. Todo ello moldea el cerebro, sin cerrarlo a ningún campo del saber. ¿Ciencias o letras?: ciencias y letras. Llenos de contenidos y de estímulos para que aprendan las herramientas para plantear dudas y buscar las respuestas.
Los nuevos planes de estudio indican que se va a ir por otro camino: preferencia por lo utilitario y las aplicaciones de las diferentes disciplinas. Se olvida el propio saber y su razón del ser: el pensamiento y la duda, algo que nos distingue a los humanos del resto de organismos de la biosfera. Pero ahora quiere prevalecer el rédito y la aplicación. Da la sensación de que sólo aquello que se puede aplicar y da dinero tiene cabida. Me acuden a la mente nombres como Newton, Galileo, Copérnico, Darwin, Einstein. Cambiaron el mundo con sus descubrimientos, cambiaron mucho más que eso, cambiaron la imagen que tenemos de nosotros mismos y de nuestro entorno. Fueron revolucionarios. No buscaban aplicaciones, sólo conocimiento, desentrañar los misterios del cosmos. Y no estaban encasillados en sus disciplinas, también estaban interesados en el arte, la literatura: pintaban, tocaban algún instrumento, se extasiaban ante una gran obra musical, escribieron libros. La formación artística, lejos de ser un estorbo como algún ministro de educación ha perpetrado manifestado, es un complemento más de esa cultura en la que hay que introducir al alumno. Todo ello parece pasado de moda, y sólo lo aplicado interesa. Confío en que al menos algunos jóvenes sigan siendo curiosos, que levanten los ojos de su tablet cuando estén en el campo y se pregunten por qué hay personas que siempre están sanas, mientras otras enferman continuamente o dónde apareció el primer organismo vivo en la Tierra. Preguntas que parecen ingenuas, pero cuyas respuestas revolucionarían la ciencia.
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Excelente entrada, felicitaciones.
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Verídico. Un sobrino mío de 7 años preguntó a su madre una vez: «¿Mamá, todo existe?»
Mi cuñada tuvo que sentarse y respirar hondo. Me recordó a una tira de Mafalda.
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«¿Y eso para qué sirve?» Creo que es la pregunta más dura a la que se tiene que enfrentar cualquier investigador en ciencia. Quizá porque nos rompe todos los esquemas de lo que la ciencia tiene que ser, y especialmente porque muchos ni siquiera encontramos respuesta, y aún así, si quieres que te concedan un proyecto tienes que escribir un apartado de «aplicaciones futuras», un «¿Eso para que sirve?» en toda regla, cuando lo único que te apetece escribir en grande, en mayúsculas y en rojo es «PORQUE QUIERO SABERLO». No se cómo estará el campo de «bata», pero en «bota» uno no puede pretender investigar nada sin que alguien salte con qué de qué sirve estudiar ranas (con lo majas que son) o ecosistemas dunares, o cualquier otra cosa que al común de los mortales les parece intrascendental porque al parecer, no tiene una aplicación práctica inmediata. Alguien debería explicarles que para eso tenemos los campos de la tecnología, que se encargan de dar una aplicación práctica a los conocimientos científicos y que no está de más dejar que los investigadores hagan ciencia básica.
Creo que una parte importante del «¿Por qué dejamos de hacer preguntas?» se contesta también con un «Por que ya no nos dejan buscar respuestas».
Y por cierto, Salador, la pregunta de tu sobrino a mi también me ha dejado rota. Los niños son increíbles.
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Muchisimas Gracias por este articulo.
Excelente en forma y contenido
Pat
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El ideal educativo que se tienen en mente es la «Universidad de la Hamburguesa», toda ella «conocimiento» aplicado: http://www.aboutmcdonalds.com/mcd/corporate_careers/training_and_development/hamburger_university.html
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¿Es malo usar «tablet»? A veces no hay que levantar la vista del libro. o de la «tablet» si se quiere saber o resolver un problema. Y los libros también pueden usarse para adornar la sala o emparejar la pata de la mesa. Me adelanto a una posible respuesta.
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Un artículo fantástico.
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Michael, a veces hiláis demasiado fino. ¿Es malo usar la «tablet»? Pues como muchas cosas, depende. Si paseas por el campo con el fin de aprender cosas de éste o asistes a una conferencia y estás visionando en la tablet la repetición de las jugadas del últimos partido de fútbol, no parece que en este caso sea una ayuda. La tablet no es buena ni mala, pero su uso puede ser adecuado o inadecuado. Y muchos jóvenes la usan como entretenimiento en todo momento del día, incluso cuando deberían estar atendiendo, aprendiendo y concentrados en lo que se les intenta transmitir. Por ahí van los tiros.
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Usar la tablet no es malo. Jugar al Frozen durante la sesión del debate sobre el estado de la Nación, sí.
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La realidad de un sistema de chisps es esa, su uso puede ser adecuado o inadecuado, ahora por que hay tanto «entretenimiento» con este tipo de dispositivos? por que se nos entretiene tanto? y otra mas, de que se nos entretiene?.
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Me ha encantado este artículo: http://scientiablog.com/2015/03/21/esos-locos-bajitos-y-cientificos/
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Creo que una educación completa debe darse solo en la primaria. Yo odiaba las clases de asignaturas de letras en la eso y el bachillerato. Por más que me interesa saber de eso, no quería que las letras estorben en mi formación académica que apuntaba y sigue apuntando a la ingeniería.
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Gracias por el gran aporte, estoy totalmente de acuerdo.
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ya que vamos con eso de las preguntas:
¿donde en el párrafo final dice o se interpreta que es malo usar la tableta?
¿por qué un apelativo a la tecnología debe llevar al razonamiento de que se asume que es mala, incluso entre los que la defienden?
tal vez sea porque sigo haciéndome preguntas o porque soy muy ingenuo y no ando a la defensiva, pero ese párrafo me recuerda al momento en que, independientemente de lo que se haga, surge una duda y levantas la mirada o bajas lo que tienes en la mano mientras intentas razonar antes de buscar la respuesta por otros medios
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