Patógenos, sexo, política y religión en el siglo XXI
A lo largo de la historia de la Humanidad miles y miles de profetas, filósofos, eruditos, teólogos y pensadores de las más variadas disciplinas han intentado (e incluso a día todavía continúan, infructuosamente por cierto) negar que el H. sapiens es (nada más y nada menos) una especie más sujeta a la selección natural. Y para ello se han apoyado en todo tipo de erróneas argumentaciones sustentadas bajo las más diversas (y siendo claros) disparatadas supersticiones arrastradas de nuestro más irracional pasado. Sin embargo, tras cada nuevo estudio se demuestra que los humanos estamos tan sujetos a los poderosos condicionantes evolutivos como cualquier otra de las decenas de millones de especies que conforman la vida de este espectacular planeta.
Históricamente el comportamiento humano, tanto en su variante individual como grupal, se ha tendido a explicar como resultado una caja negra extracorpórea (y por tanto totalmente refractaria al método científico) que los filósofos llamaron mente y que los religiosos de toda época y condición denominan incluso a día de hoy alma, como si los sapiens hubiéramos sido la consecuencia de un experimento genético alienígena o supranatural (según los gustos del iluminado de turno) maravilloso, pero incognoscible, y no unos simples primates más que fueron desarrollando y afinando sus capacidades tanto intelectuales como sociales bajo la todopoderosa batuta de la selección natural.
En una entrada previa mostré un conjunto de estudios que sugieren que comportamientos tan reacios hasta ahora al estudio científico como la xenofobia, el etnocentrismo o algunos patrones culturales como la diversidad en lenguas y religiones de las sociedades indígenas podrían tener una explicación racionalista y científica basada en una hipótesis inmunológica.
En esta entrada presentaré la argumentación de tres investigadores: los Dr. Randy Thornhill, Corey L. Fincher y Devaraj Aran, basada en esa misma hipótesis evolucionista, sobre como sigue afectando la selección natural al comportamiento grupal en las sociedades modernas con el ejemplo del (evolutivamente hablando) recientísimo cambio de valores acaecido en el mundo occidental durante la segunda mitad del siglo XX:
En los últimos 50-60 años las personas en Europa Occidental, Canadá, el Reino Unido y los EE.UU. (por ejemplo) han aceptado cada vez más un comportamiento sexual inconformista y no tradicional. Se ha documentado un mayor positivismo, o al menos tolerancia, en las actitudes de la gente hacia la cohabitación de un hombre y una mujer solteros, el uso de anticonceptivos, las relaciones sexuales prematrimoniales, la homosexualidad y el material sexualmente explícito […] la despenalización del comportamiento homosexual y la eliminación de la infidelidad como motivos de la disolución del matrimonio. Estos cambios de actitud en la permisividad se denominan normalmente como la »revolución sexual» de los años 1950-60. Los sociólogos e historiadores generalmente lo atribuyen a un mayor individualismo y nivel de vida, al laicismo, a la modernización y la educación.
La revolución sexual es una etiqueta demasiado restrictiva para cubrir una revolución ideológica más general que se aceleró en el mundo occidental en los 1950s-60s. Fue una revolución social más amplia, que no abarcó sólo la
liberalización de las actitudes y valores sexuales, sino también una disminución del respeto a la autoridad tradicional (anti-autoritarismo) y un mayor uso de drogas recreativas, así como de cambios importantes en el reconocimiento y legalización del poder político y social de las mujeres (reducción de la doble moral sexual), y un aumento de los derechos civiles de normalización y libertades de las minorías. Se convirtió ampliamente en ilegal el discriminar en base a creencias religiosas, edad, sexo, origen étnico o discapacidad. En Occidente, la secularización ha avanzando más rápidamente desde mediados del siglo XX. Nosotros estamos de acuerdo con historiadores y sociólogos que estos cambios fueron causados por el aumento del individualismo, o en otros términos, una mayor liberalización, modernización y laicidad. Sin embargo, nosotros hipotetizamos que, a un nivel fundamental, la causa fue una reducción del impacto de las enfermedades infecciosas.
Una revisión de la bibliografía sobre los notables logros en salud pública en Occidente en el siglo XX muestran que las sulfamidas estuvieron disponibles en la década de 1930, pero fueron utilizadas de forma más limitada que los nuevos antibióticos (por ejemplo, penicilina) que
estuvieron disponibles una década después. Estos antibióticos posteriores tuvieron menos efectos secundarios negativos y mataban más tipos de organismos causantes de enfermedades. Casi al mismo tiempo, los antibióticos que eran útiles contra enfermedades fúngicas, enfermedades virales, de protozoos y nematodos parásitos llegaron a estar disponibles. Al final de la II Guerra Mundial, la penicilina, seguida rápidamente por otros antibióticos que proporcionado un espectro aún más amplio de defensa contra enfermedades bacterianas, se administraron ampliamente en Occidente, tan ampliamente que la preocupación por la evolución de resistencias a los antibióticos creció rápidamente. En Gran Bretaña en 1948, como evidencia acumulada de resistencia a los antibióticos, se promulgó legislación para limitar a través de la prescripción médica el acceso del público a los antibióticos. Además, en el Occidente de finales de 1940 se implementaron los programas de vacunación infantil; por ejemplo, se administró ampliamente a los niños una vacuna combinada contra difteria, tos ferina y tétanos. Por otra parte, a finales de la década de 1940 en los EE.UU., la malaria se redujo a niveles insignificantes a través de programas de control de mosquitos con el uso de insecticidas combinado con la eliminación de zonas de cría de mosquitos. Estos hitos de salud pública reducen considerablemente la morbilidad infantil y la mortalidad de adultos por enfermedades infecciosas y extienden la longevidad. Adicionalmente, por la misma época se desarrollan importantes avances: comenzando a principios de siglo XX, el agua potable clorada llegó a estar ampliamente disponible; se establecen departamentos de saneamiento para la recolección de basura pública; y el agua corriente,
los sistemas de alcantarillado público y el tratamiento y eliminación de residuos sólidos se hacen disponibles. Estas tecnologías reducen en gran medida las enfermedades transmitidas por el agua como el tifus y el cólera. Las prácticas de seguridad alimentaria también se implementaron ampliamente durante este mismo periodo. La fluoración del agua potable se inició en 1945 y rápidamente alcanzó a grandes segmentos de las sociedades occidentales. La fluoración ha reducido en gran medida el impacto perjudicial de la caries dental y otras enfermedades infecciosas de los dientes y boca. Por lo tanto, en Occidente en la década de 1940, hubo un uso generalizado de las tecnologías (antibióticos y medicamentos afines, las prácticas de control de vectores, saneamiento, agua de calidad y la inocuidad de los alimento) que redujeron drásticamente la exposición de las personas a las enfermedades infecciosas y por tanto redujeron la mortalidad de niños y adultos y prologaron la longevidad.
Los niños, adolescentes y adultos occidentales que dispusieron de antibióticos a partir de 1945 percibieron, en comparación con las generaciones anteriores, un mundo muy diferente. Lo mismo puede decirse con respecto al resto de avances en salud pública en Occidente desarrollados en el mismo período mencionados anteriormente. Una generación humana comprende alrededor de unos 20 años. Así, estas mejoras en la salud pública que comenzaron a afectar ampliamente a la población en Occidente en la década de 1940, y en un grado significativo a partir de una generación anterior, pueden dar cuenta del importante aumento de la liberalización de los valores que se iniciaron en la década de 1950-60.
Proponemos que el mecanismo proximal que puede afectar la percepción de un ser humano del riesgo de contagio es la frecuencia y duración de su activación del sistema inmune. Este escenario es consistente no sólo con el aumento espectacular en la década de 1960 en Occidente de libertad sexual y otros valores sociales y políticos, sino también su continuación y expansión hasta la actualidad por las mejoras de cuidado sanitario. También es consistente con el patrón encontrado en la actualidad a lo largo de todo el planeta. La secularización y la apertura asociadas a nuevas formas e ideas y el rechazo concomitante de los valores tradicionales ha aumentado sólo en los países que tienen un relativamente alto PIB per cápita. Por el contrario, los países con una alta morbilidad y mortalidad tanto históricamente como en la actualidad, una gran parte de las cuales es causada por enfermedades infecciosas, se mantienen tan tradicionales como colectivistas como siglos atrás. De hecho, entre países, nuestro índice de prevalencia de parásitos covaría fuerte y positivamente con los datos de mortalidad infantil de 2007.
La correspondencia entre el aumento de la salud pública y el cambio hacia la liberalización de los valores en Occidente que se aceleró en los 1950-60 y que continúa hoy en día es una predicción de la hipótesis parasitaria. Estos cambios no ocurrieron o fueron menores en regiones fuera de Occidente, donde las enfermedades infecciosas implicaron grandes costos en términos de morbilidad y mortalidad. Estos eventos comprenden un experimento natural. Otro método relacionado de probar la hipótesis sería registrar los cambios en los valores de la gente después que los niveles de enfermedades infecciosas se redujeran a nivel local (por ejemplo, mediante un mayor acceso a la medicina moderna y al agua potable) o aumentaran a nivel local (por ejemplo, la aparición de una nueva enfermedad infecciosa). Si la adaptación para evaluar el riesgo de contagio local es el grado o la duración de la activación del sistema inmune, los cambios de valores en las personas pueden ocurrir en una o unas pocas generaciones. Cuestionarios fácilmente administrables, breves y válidos están disponibles y podía medir los cambios de valores relevantes.
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muy interesante como siempre!
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De momento sólo es una hipótesis. Me parece complicado separar la variable [mayor poder adquisitivo] de [mejor salud]. Habría que localizar regiones del mundo en las que haya aumentado espectacularmente la salud de la población sin que haya aumentado su poder adquisitivo individual (¿países comunistas?) y ver si 20 años después se ha producido alguna revolución sexual.
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¿Y como esas mejoras producidas por las condiciones sanitarias influirían en el cambio de mentalidad tan facilmente?
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interesanteycuriosoblog
Pues como comento en la entrada tenemos mecanismos evolutivamente seleccionados durante millones de años para detectar cuando aumenta o disminuye el peligro de infección.
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