La justicia alemana permite vender vacío cósmico sin necesidad de demostrar nada
Una de las reglas básicas de los intercambios comerciales (y que impide muchos fraudes) consiste en obligar al vendedor a demostrar la existencia real de la mercancía que afirma poseer, salvo por supuesto que se viva en Alemania según una reciente sentencia judicial.
Les pongo en antecedentes. Una asociación alemana que agrupa a casi todas las cámaras de Industria y Comercio alemanes y también a numerosos farmacéuticos y compañías farmacéuticas del país germano presentó una demanda contra la empresa fabricante de un producto homeopático llamado “HCG C30 Globuli” que supuestamente
aumenta la energía, suprime el apetito, quema grasa, estimula el metabolismo y bloquea los carbohidratos
Pero la demanda era un poco diferente al habitual argumento científico de que este (como todos los productos homeopáticos) no cumple las expectativas indicadas en su publicidad.
Los demandantes argumentaban novedosamente que, como el preparado no contenía nada de la supuesta hormona llamada godanotropina coriónica humana (HCG) que se indicaba en su envase, los fabricantes debían eliminar el nombre y llamar al “preparado” (recordemos que es solo agua con azúcar) con otra denominación que se ajustara a la realidad.
Pues bien, el juez encargado del asunto ha fallado a favor de la empresa fabricante con el increíble argumento de que
El hecho de que, debido a la dilución extrema, el material ya no se pueda identificar utilizando las metodologías actuales,
[Inciso, y yo voy más allá: ni con las metodologías más avanzadas que puedan existir dentro de cien mil años de desarrollo tecnológico constante o de las que disponga la más antigua y sabia civilización extraterrestre de la Galaxia porque para ser precisos, una dilución C30 es una dilución de ¡1/1000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000! Algo así como diluir una única molécula de hormona en todo el Universo conocido]
no significa que uno pueda asumir que el material no está contenido en el medicamento homeopático.
Es decir, que en el caso de la homeopatía basta y sobra la palabra del fabricante de que ha hecho lo que dice hacer y no es necesario demostrar nada de nada.
Imaginen si esta sentencia llegara a crear jurisprudencia y fuese utilizada en el comercio de productos y servicios normales. Por ejemplo, una compañía tecnológica afirma haber inventado un microchip cuántico compuesto por un único quark y Apple, LG o Huawei lo incorporan a sus móviles de nueva generación. Cuando miles de consumidores acudan a los juzgados porque ese flamante teléfono que les ha costado un riñón no funciona ni cara al viento, nuestro particular juez germano falla a favor del fabricante puesto que
El hecho de que, debido a su tamaño extremo, el microchip de un único quark ya no se pueda identificar utilizando las metodologías actuales, no significa que uno pueda asumir que el microchip no está contenido en el teléfono móvil.
P.D.
Y de regalo un video de la Sociedad Estadounidense de Química sobre el delirante mundo de la homeopatía:
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¿Es que nadie le explicó a este juez lo que es el número de Avogadro?
Para mí esta sentencia da muestra de un problema cada vez más grave y extendido: la profunda ignorancia en casi todos niveles académicos y sociales de los principios más básicos y fundamentales de la ciencia.
Si todo un juez ignora algo tan básico como el número de Avogadro parece como que no pasa nada, que, total, los jueces son de letras y eso, que las ciencias son para «frikis» y tal. Ahora bien, si cualquier persona, supongamos un físico por poner un ejemplo, ignorase quién fue William Shakespeare, o Miguel de Cervantes, todo el mundo lo despreciaría inmediatamente tachándolo de inculto. ¿Cómo es posible tal discrepancia? ¿A qué se debe?
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Erik. En realidad, un juez no tiene que saber de ciencia, sólo de leyes, pero tiene la obligación de pedir la opinión del perito en la materia correspondiente, en este caso la farmacia. Si lo hubiera hecho, hubiera obrado de otra manera.
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La única explicación es que la sentencia se redactó durante el Oktoberfest, no hay otra.
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El problema de fondo es el analfabetismo científico de la inmensa mayoría de la gente. Analfabetismo que afecta, especialmente, a personas que desarrollan su actividad profesional en áreas muy alejadas de la misma. Abogados, jueces y demás elementos del sistema judicial son, por estructura propia de dicha actividad, personas tendentes a permanecer en posturas muy conservadoras, inmovilistas, totalmente alejadas de cualquier inquietud que implique curiosidad o planteamientos de cambio, inquisitivos, de ejercicio de lógica que abra nuestra mente a la reinterpretación de la realidad. Por tanto, para ellos, el mundo de la ciencia es un mundo que no funciona en base a lo históricamente establecido, sino en base a conceptos que no entienden e incluso desconocen totalmente. Por eso mismo, el entorno judicial es muy poco proclive a los cambios, y cuando la realidad social ha evolucionado a nuevas concepciones de la sociedad, ellos siguen amarrados a conceptos ya caducos. Lo podemos ver en las sentencias en que las interpretaciones judiciales entran en conflicto con lo que realmente piensa la mayoría social.
Con tales condicionantes, es muy difícil que puedan entender y valorar conceptos que les suenan a chino (Nunca han tenido preocupación alguna por entender tales conceptos), y puestos en el dilema de decidir, optan por mantener el estatus quo tradicional.
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No está mal, pero hay productos que lo superan: https://rationalwiki.org/wiki/Oscillococcinum y https://rationalwiki.org/wiki/BX_Protocol
Eso sí que es vacío cósmico y lo demás tonterías.
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No estoy de acuerdo, Alberto. Un juez tiene que ser un experto en leyes, pero esto no implica que ser un completo ignorante sobre todo lo demás sea aceptable. No es necesario saber qué es el número de Avogadro para saber qué es una molécula, que el número de moléculas de una sustancia en una disolución es finito por grande que sea y que, por tanto, no se puede diluir hasta concentraciones arbitrariamente pequeñas o infinitesimales por unidad de volumen. Esto es tan básico como saber leer e ignorarlo es, o debería ser, inaceptable. Debería ser este conocimiento básico el que empuje al juez a informarse más para saber si la imposibilidad de detectar una substancia en una determinada «disolución» se debe a una concentración extremadamente baja de ella o si se debe incluso a la total ausencia de la misma y cuáles son las probabilidades en cada caso.
Así que, por favor, dejemos de excusar la completa ignorancia de los principios más básicos de la ciencia por el mero hecho de que alguien no sea un científico experto. Los errores de este tipo son tan grotescos como escribir camión con «h» intercalada, así que empecemos a llamar las cosas por su nombre.
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Claro que el juez tiene que informarse, pero para eso están los peritos judiciales.
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