La locura de enfrentarse a la COVID-19 solo con la inmunidad natural
Antivacunas de todo tipo y nacionalidad han inundado las redes sociales con múltiples campañas asegurando que las vacunas no son necesarias porque para luchar contra los patógenos la evolución nos ha dotado ya de “inmunidad natural”. Sin embargo la realidad es tozuda, y tal y como demuestran diversos estudios científicos, enfrentarse a la COVID-19 sin la ayuda de las vacunas es muy peligroso y hasta letal para muchas personas.
Dentro del tan particular mundo de la medicina alternativa siempre destacan los defensores de lo “natural”, para los cuales (aunque hemos llegado a donde hemos llegado porque hemos controlado relativamente a la Naturaleza) todo aquello producido por el ingenio humano es siempre sospechoso y en cambio, todo lo que no ha sido “mancillado” por la mano del hombre es siempre sinónimo de salud y bienestar, aunque yo personalmente no les recomendaría que ingirieran esa infinidad de venenos y toxinas que tan naturalmente son producidas por diferentes animales y plantas.
Y en el contexto de la actual pandemia coronaviral, estos individuos han descubierto que el ser humano dispone de un conjunto de defensas denominado sistema inmune que tras enfrentarse a un patógeno genera lo que coloquialmente se ha venido a denominar como inmunidad natural. Y entonces dentro de la dicotomía casi religiosa de natural=bueno/artificial=malo, esta ecuación se resuelve fácilmente como: vacunas malas y luchar contra el coronavirus cada uno con su particular sistema inmune es lo ideal ¡y que dios reparta suerte! como dicen los toreros.
Pero para desmontar este tan ignorante “argumento” antivacunas únicamente hay que acudir a los libros de historia, a esa época no tan lejana en donde no existía o se encontraba en sus inicios la Medicina Científica, con ese imborrable y sangriento reguero de miles de millones de cadáveres que han ido dejando tras su paso esa infinidad de bacterias, hongos, parásitos y virus que nos han asolado desde nuestros más primordiales orígenes, porque es evidente que el sistema inmune que ha ido conformando la selección natural a lo largo de nuestra historia evolutiva es, por decirlo diplomáticamente, manifiestamente mejorable. Pero así funciona el proceso adaptativo, en donde la meta no consiste en intentar alcanzar la excelencia de poder salvar la vida de todos y cada uno de los miembros de una determinada especie, sino algo mucho más pedestre: a la siempre rácana selección natural le trae sin cuidado el que un patógeno elimine al 95% siempre y cuando que la variabilidad genética de las poblaciones permita que sobrevivan unos pocos o muchos individuos al ataque de cada patógeno en cuestión.
Y ya más particularmente, en el caso de SARS-CoV-2 se están acumulando múltiples estudios que muestran los riesgos de fiarlo todo a la famosa inmunidad natural, incluso cuando esta ya haya realizado «satisfactoriamente» su función. Así, se acaba de publicar hace un par de días en la prestigiosa revista “The Lancet Diabetes & Endocrinology” un estudio masivo de casi 2,8 millones veteranos estadounidenses (que por eso de ser prácticamente los únicos que disponen de sanidad pública en ese país, sus datos pueden ser analizados e incluídos en estudios científicos con relativa facilidad, que las empresas del sector no están casi nunca por la labor de ceder gratuitamente la información de sus pacientes). Y los resultados no dejan lugar a dudas: las personas que contrajeron la COVID-19 (incluso después de una infección leve) tenían un mayor riesgo de desarrollar diabetes hasta un año después de que el sistema inmune hubiera eliminado el virus, en comparación con quienes nunca tuvieron la enfermedad. Estudios similares con este tipo de cohortes han demostrado que la COVID-19 aumenta también el riesgo de enfermedad renal y de insuficiencia cardíaca y accidente cerebrovascular en personas que se recuperaron satisfactoriamente de la infección original.
Es más, un análisis publicado hace algunos meses por investigadores británicos indicaba que casi un tercio de las personas que fueron dadas de alta del hospital después de superar una COVID-19 aguda tuvieron que ser readmitidas por otras causas antes de los seis meses tras su recuperación. Es más, un 10% de estos pacientes reingresados terminó falleciendo por otras causas ajenas al virus, una tasa ocho veces mayor que la mortalidad del grupo de control. Algo que evidencia a las claras que la inmunidad natural, aunque en principio pueda permitir superar la infección original, puede no ser lo suficientemente rápida y potente para evitar daños importantes en diversos órganos que acaben en un plazo de tiempo relativamente corto afectando a la supervivencia de muchos de los pacientes recuperados del patógeno.
En resumen, fiarse de la inmunidad natural es una nueva forma de jugar a la ruleta rusa viral que tienen algunos privilegiados descerebrados del mundo desarrollado, tal y como muy irónicamente muestra el siguiente video:
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Ahora en mi laboratorio estamos bastante interesados en lo que se conoce como ‘neurocovid’. Y la verdad que cuanto más leo y conozco sobre el tema, y sobre las secuelas no respiratorias y comorbilidades que deja la enfermedad incluso en casos leves, más claro tengo que esto no era ‘solo una gripe’, es algo bastante más «jodío», hablando claro y mal. Por ejemplo, en un estudio que vi hace poco vieron como pacientes de covid-19 leves presentaban una reducción de materia gris en el bulbo olfactorio y zonas del cerebro relacionadas con la memoria, y también una reducción en todo el cerebro en general y una reducción de su volumen. Por estas cosas sigo cumpliendo la medidas de seguridad, aunque la gente de mi entorno no entienda ya para qué, si segun ellos ya estoy vacunado y puedo volver a lo que llaman normalidad.
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Tienes toda la razón, SARS-CoV-2 no es coronavirus normal, de los que ataca a las vías respiratorias y nada más. Visto lo visto, habrá que ver las secuelas que puede dejar a largo plazo, puesto que todos los estudios actuales se limitan al periodo de tiempo de unos pocos meses tras la infección original.
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No sé qué dirán los antivacunas, dentro de varios años, cuando no nos hayamos muerto los vacunados, y los que no se vacunaron y muchos de los que pillaron la Covid-19 tengan secuelas, múltiples y variadas, aunque no graves.
Le echarán la culpa a otra cosa (conspiranoica, por supuesto), ya que su disonancia cognitiva les impide ver con más claridad.
Espero que los gobiernos y la OMS, tras estudiar lo ocurrido, tomen medidas legislativas y de control, que eviten pandemias con estos resultados, aunque tengo claro que depende mucho del patógeno; por lo menos la cuestión organizativa que no nos vuelva a pillar mirando para otro sitio.
Salu2
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Desgraciadamente los antivacunas son una (nueva) religión más. Y por tanto son inmunes a las pruebas y como todo buen creyente la inmolación va en el paquete de la fe.
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Desobediencia civil científica contra el cambio climático.
https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/desobediencia-civil-cientifica-contra-cambio-climatico_18116
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Un esfuerzo, el de los científicos, loable, pero mucho me temo que inútil. La ambición y la avaricia, por un lado, y la irracionalidad, por otro, hacen que sea muy improbable que quienes tienen el poder real de cambiar el modelo socioeconómico, lo hagan. Y pensar en una revolución desde abajo, hoy por hoy es soñar fantasías. Mucho me temo que estamos viviendo el ocaso de nuestra civilización, y os puedo asegurar que deseo fervientemente estar equivocado.
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1ero no consumir las falsas verdades, el cv19 es producto bioquímico de laboratorio, es una proteina y no un virus. De matar mata porque ha sido creado para guerra biológica pero una vacuna tal y como la conocemos no le hará ningún efecto y las que hasta ahora dicen ser vacunas no lo son… Entonces qué son? Son otros productos parte del plan genocida del «nuevo orden satánico» y ese artículo ataca a Trump porque no es parte del club satánico y genocida. Asi que primero discernir antes de reenviar y caer en una campaña Antitrump.
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Entiendo que un país pequeño poco puede hacer, pero ni la UE, ni USA ni China o India han hecho auténticos esfuerzos para parar el Calentamiento Global.
No es el ocaso de nuestra civilización, es un genocidio por dejación, o sea que van a morir muchos millones de personas pero serán muy pobres.
Los países ricos tendrán muchos problemas, sobre todo los más cercanos al ecuador, como España, con la desertificación y la subida del nivel del mar, pero mucho menos los nórdicos, por poner un ejemplo, que ya están pensando en plantar vides para tener vino.
Al mismo tiempo los países costeros se harán más pequeños y tendrán que mover poblaciones hacia el interior, ya que lo de los diques es solo por un pequeño puñado de años, hasta que el mar suba más y no solamente las tormentas inunden las ciudades costeras.
Yo no lo veré, pero este mundo será mucho más injusto.
Salu2
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Alberto Zurvan
A tenor de los evidentes delirios que has escrito solo queda una duda. Primero, o te has pasado con las sustancias recreativas en cuyo caso te aconsejo que bajes la dosis o mejor aún, abstinencia total. O segundo, tienes serios problemas mentales por lo que te recomiendo acudir a un psiquiatra de guardia, porque es difícil superar tu nivel de demencia. Y espero que te mejores.
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Alberto Zurvan, Ateo es muy considerado al preocuparse por tu salud mental. Yo, en cambio que soy políticamente incorrecto por naturaleza, te califico inmediatamente de imbécil subnormal. Y confirma mi diagnóstico el hecho que te manifiestes como un admirador de Trump, otro gilipollas de tomo y lomo.
Tu entrada es digna de ser añadida al apartado de “Profeta Aneuronado”, porque no tiene desperdicio de lo absurda que es.
Existen en la naturaleza, por supuesto, proteínas que pueden causar la muerte. Solo hay que ver los venenos de serpientes, escorpiones, y otros muchos animales. Pero curiosamente, ninguno de ellos ha servido de base a la infinidad de armas químicas que existen en las reservas armamentísticas existentes, y por algo será. Probablemente porque las proteínas son compuestos químicos que se presentan en moléculas muy grandes (a diferencia de los agentes que constituyen las armas químicas). A título de ejemplo, la insulina es una proteína típicamente pequeña, y no obstante está formada por 51 aminoácidos. Si partimos de unos 10 átomos por aminoácido, nos encontramos con una molécula de 510 átomos, algo sumamente enorme comparado con cualquiera de los componentes de las armas bioquímicas. Eso dificulta la administración del veneno a la víctima. La mayoría de los venenos naturales realizan su acción destructora tras su ingestión o inyección.
Después viene la necesidad de disponer de un método para su administración, es decir, en este caso sería necesario disponer de un mecanismo de dispersión, que dependerá de cómo deba administrarse el agente venenoso. Si es ingerido, debería ser mezclado con la comida o con el agua, pero claro estamos hablando de todo el globo terrestre, la procedencia, tipo y calidad de los alimentos tiene una variabilidad incalculable. Presuponer que es posible realizar una contaminación alimentaria a ese nivel es una solemne estupidez. Y lo mismo pasa con el agua. Si lo dispersamos por el aire, la distribución de los efectos en la población tendrá una imagen muy específica: concentración de casos en puntos concretos, y carencia de impactos en grandes áreas, porque los casos se concentrarán cerca de las zonas de dispersión del agente, y serán cero en las áreas más alejadas de los puntos de dispersión. Además esa dispersión, para ser efectiva, solo puede hacerse, o bien con vuelos a muy baja altura (Como por ejemplo las fumigaciones de cultivos o el uso del agente naranja en Vietnam), o bien mediante la utilización de bombas que exploten a baja altura para esparcir el producto. Algo que no hemos observado en ningún momento y que, en todo caso, no permitiría expandir sus efectos de la misma forma que un contagio epidémico.
No hay que olvidar que un agente bioquímico no produce, en ningún caso, contagios, por lo que no puede ser trasmitido por tal medio.
Como buen conspiranoico que manifiestas ser, he de suponer que te aferrarás a otro de los “clásicos” de la conspiranoia: los chemtrails. Vamos a suponer que utilizamos Airbus 330, con una capacidad de carga de 70 toneladas, cantidad que esparcimos, desde una altura de vuelo de 2000 metros, a lo largo de 10 Km, y con la idea de que alcance un ancho de 1 km. Unos simples cálculos nos indican que la dispersión resultante sería de un gramo de sustancia en un volumen de más de 285 metros cúbico (un cubo de 6,58 metros de lado), y para conseguir el mismo efecto en todo el territorio español, necesitaríamos 50599 Airbus 330. Es decir, un número de aviones que sobrepasa en algo más del doble a todos los aviones en servicio del mundo (23600) para conseguir un efecto que pasaría totalmente desapercibido, lo que evidencia la gilipollez de semejantes tonterías.
Nota: No soy ningún experto en la materia, pero es suficiente consultar la información existente y aplicar algo de lógica.
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Solo quiero dar mi infinito agradecimiento por todo lo que he «aprendido» el último mes leyendo este blog. Las comillas son porque habéis conseguido que me entre con fuego que leer no es estudiar, al igual que navegar por internet no es investigar.
Maldita estupidez, que habiendo tenido la oportunidad, no haber estudiado de verdad. Habrá que esperar a que la descendencia le deje tiempo a uno y intentar que ellas (las hijas), sí sean picadas por el gusanillo bien temprano.
Un regalo, en especial para Ateo. También hay lucidez en el arte. Que como siempre, también sirve de frente de batalla.
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