Esos tan peligrosamente humanos expertos forenses
El cine ha creado una nueva variedad de héroes: los expertos en tecnologías forenses capaces de rastrear al delincuente más esquivo por una simple huella o un minúsculo rastro de ADN. Sin embargo, la realidad es más trivial y también más peligrosa puesto que estos profesionales de la Ciencia Forense son tan humanos (y por tanto tan falibles) como el resto de nosotros, hecho que puede acarrear peligrosas consecuencias al sistema judicial.
Los Gil Grissom de la ficción cinematográfica son unos inteligentes profesionales concienzudos hasta el paroxismo, cuya inviolable regla es atenerse única y exclusivamente a las pruebas, para así poder dilucidad la veracidad de los hechos y establecer de manera inequívoca las diferentes responsabilidades. Sin embargo, parece ser que sus coetáneos de la cruda realidad quedan lejos de estas premisas y, como cualquier otro hijo de vecino, pueden dejarse influenciar por los prejuicios y entonces contribuir a llenar las cárceles de inocentes.
En EEUU respecto a las muertes sospechosas de niños pequeños las estadísticas indican que los patólogos forenses dictaminan la muerte no natural de un niño blanco como «homicidio» en el 24 % de las veces, frente a un 76% de «accidentes». Sin embargo, esos mismos profesionales dictaminan que la muerte no natural de un niño negro es resultado de un «homicidio» el 36% de las veces, frente a un 64% de «accidentes». Y la pregunta que se planteó un grupo de científicos británicos y estadounidenses es hasta qué punto esos datos estaban respaldados por un Ciencia Forense de calidad o si podían estar “inflados” por los habituales prejuicios dominantes en un país en donde tener la piel oscura es muchas veces sinónimo de carne de presidio.
Para ello llevaron a cabo un experimento con una muestra de 133 expertos patólogos forenses en activo en los EEUU. A estos profesionales se les envió un caso hipotético de muerte de un menor, en donde la información médica era idéntica en todos los casos pero que presentaban una información contextual diferente, que a su vez era médicamente irrelevante. Así, a la mitad de los profesionales se les indicó que el niño fallecido era negro y que el cuidador era el novio de la madre, mientras que a la otra mitad se le informó que el niño era blanco y la abuela era la cuidadora.
En cuanto a los resultados, 78 participantes dictaminaron la forma de muerte como «indeterminada», siendo comparables los números de ambos grupos de información contextual: 38 forenses en el caso del niño negro frente a 40 del niño blanco. Sin embargo, tal y como se aprecia en la siguiente figura

en el caso de dictaminar, los patólogos se decantaron mayoritariamente por la muerte accidental del niño blanco, mientras que la mayoría de los expertos calificaron de homicidio la muerte del chavalín negro.
Pueden imaginarse el revuelo que este artículo produjo entre los forenses estadounidenses. Ochenta y cinco de los patólogos más destacados de los EEUU exigieron la retractación del artículo. La Asociación Nacional de Examinadores Médicos alegó una mala conducta ética y exigió que la UCL, en donde trabajaba el responsable del artículo detuviera este tipo de investigaciones. El editor del “Journal of Forensic Sciences” escribió que no había visto tantos argumentos en los 65 años de historia de la revista respecto a un artículo, ni tampoco tanta ira.
Lo más increíble (y preocupante) del caso es que entre las críticas destacaban algunos profesionales (en activo no lo olvidemos) que argumentaron que
el peor error de los autores, es la afirmación no atribuida y falsa de que la naturaleza de los cuidadores es “médicamente irrelevante”. Hay toda una extensa bibliografía de la relevancia médica de esta distinción. Así, Daley y Wilson encuentran que los menores que viven con padrastros tienen 40 veces más posibilidades de ser abusados. […] No solo las relaciones de los cuidadores son un predictor de abuso, sino que también correlacionan con el tipo de abuso.
¿Observan ustedes el peligro de este terrible argumento? Primero por circular, si los forenses implicados en el estudio de Daley y Wilson indicado anteriormente o similares hubieran tenido el prejuicio que han tenido muchos de los 133 participantes en la actual evaluación hipotética, es evidente que hubieran presentado informes acusadores contra los padrastros, aún en caso de duda o incluso con falta de pruebas y por consiguiente estos individuos podrían haber sido condenados en falso y estos datos ser usados ahora para corroborar el buen juicio profesional de los que sin otra información diferencial salvo el caso de aparecer un padrastro por ahí, dictaminaron el homicidio de menor.
Y segundo, tal y como respondieron los autores de este trabajo que tanta polvareda levantó, la anterior argumentación
Defiende la incorrecta aplicación de estadísticas de grupo a un caso individual, lo que es una falacia lógica.
Y yo añadiría más a esta contestación más que diplomática, y es que este tipo de extrapolación grupal destruye las bases mismas del ordenamiento jurídico de una democracia avanzada, porque si ya sabemos que los padrastros matan más que las abuelas, entonces es evidente que no hay necesidad de juicio (con el consiguiente ahorro para las arcas públicas) y todos los compañeros sentimentales al talego y las abuelas siempre se irán de rositas.
Así que ya saben, encomiéndense a los hados o a la fortuna para que en caso de verse implicados en algún suceso extraño el forense de turno sea un verdadero profesional que aplique sus conocimientos con rigor y no se deje influir por ese conjunto de atajos mentales con los que nos ha dotado la siempre particular selección natural para tomar decisiones rápidas aun cuando estas sean incorrectas.
P.D:
Y de regalo un video sobre la esencia de la Ciencia:
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Me pregunto qué hubiera pasado si hubieran puesto niño negro/abuela, niño blanco/amigo de mamá.
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Es probable que el sesgo hubiera sido algo menor, porque los blancos son siempre menos sospechosos de cometer delitos en los EEUU.
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La argumentación estadística presentada por los profesionales en activo, en todo caso, debería ser tenida en cuenta por la policía a la hora de la investigación, pero no por los forenses, que deberían limitarse a analizar las pruebas. Si los forenses sacan conclusiones de datos estadísticos para aplicarlos a un caso concreto, están haciendo mal su trabajo, porque no es ese. El investigador policial puede, en base a los datos estadísticos, sospechar que se halla frente a uno de tales casos, en cuyo cosa debe buscar pruebas que lo confirmen, y para ello necesita un informe totalmente objetivo del forense.
El problema de fondo es que los modelos preconcebidos están muy extendidos en las sociedades, y en la norteamericana puede que más aún.
La otra parte del problema es que las desviaciones reales en tasa de delincuencia entre blancos y negros tienen su origen en las desigualdades socioeconómicas existentes en la sociedad norteamericana vinculadas al origen étnico. La pobreza y un nivel inferior de cultura son determinantes para la existencia de una mayor tasa de delincuencia, no el color de la piel.
Me recuerda el auge de la eugenesia a finales del siglo XIX y principios del XX, concepto relacionado con el Darwinismo Social, que atribuía todas las lacras de la sociedad a la herencia genética de los sectores más pobres de la misma, sin querer reconocer que en realidad estas eran consecuencia directa de una injusta distribución de la riqueza.
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