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Hongos que controlan la mente
Dentro de nuestro subjetivismo, los humanos tendemos a establecer jerarquías entre los seres vivos, de tal manera que por ejemplo los animales nos parecen «superiores» a las plantas por eso de que tienen movilidad y un cerebro más o menos desarrollado. Pero en la Naturaleza no existen estas categorías, solo adaptación y selección natural en donde ningún ser vivo puede ser considerado ni superior ni inferior a otros.
Cómo la rata canguro escapa del ataque de la serpiente
La rata canguro norteamericana tiene una sorprendente y más que efectiva táctica de evasión frente al letal ataque de las serpientes.
El increíble pez escalador
La Naturaleza está plagada de sorpresas, pero quizás no haya nada más llamativamente contradictorio que un pez que abandona su océano ancestral y a través de riachuelos de montaña comienza una ascensión épica que le permite salvar cascadas con desniveles de decenas de metros en lo que únicamente se puede considerar una escalada libre a contracorriente: es el pequeño pero más que audaz gobio de las islas Hawái.
Magnitudes y percepción
Si imagináramos una cadena humana en la que participaran todos los habitantes del planeta, esta sería de tal magnitud que cubriría casi treinta veces la distancia de la Tierra a la Luna.
Supongo que este dato les choca poco a los lectores, pues somos conscientes del ingente número de seres humanos que poblamos nuestro mundo.
Sin embargo, si les dijera que concentrando a toda la humanidad de tal manera que cada uno de nosotros estuviera a metro y medio de sus vecinos más próximos, cabríamos perfectamente en la provincia de Cuenca, quizás la sorpresa fuera algo mayor.
Lo único que hemos hecho ha sido pasar desde un estado lineal en una dimensión (la cadena humana) a un estado en dos dimensiones (superficie de Cuenca). Resulta sorprendente cómo cambia totalmente nuestra percepción de la magnitud, en este caso lo que ocupa la humanidad, añadiendo simplemente una dimensión extra.
Reproducción sexual: en evolución no hay soluciones perfectas
Tenemos una tendencia a imaginar el proceso evolutivo como generador de soluciones óptimas. Nada más lejos de la realidad: es difícil encontrar un ejemplo de adaptación que no presente, junto a sus ventajas, ciertos inconvenientes para su portador. Lejos del perfeccionismo, la evolución suele producir la solución menos mala. Dicho de otra forma, el proceso evolutivo se construye a través de adaptaciones que muchas veces solo presentan una cierta ventaja sobre sus inconvenientes.
Gran parte de los seres vivos perpetúan sus genes mediante una complicada estrategia de recombinación, separación y mezcla conocida como reproducción sexual. Mediante este mecanismo, los nuevos individuos se forman por la unión de la dotación genética de sus progenitores, cada uno de los cuales aporta la mitad del material genético al nuevo organismo.
Sin embargo, una gran cantidad de seres vivos utilizan un sistema aparentemente más simple, denominado reproducción asexual. Muchos microorganismos unicelulares simplemente se dividen en dos o más celulas hijas, tras hacer copias de sus cromosomas para repartirlos entre las células resultantes. Algunos insectos y reptiles producen en ocasiones óvulos viables, que desarrollas un individuo completo sin necesidad de fecundación. Una gran variedad de especies vegetales es capaz de formar una nueva planta mediante un pequeño fragmento de su progenitor.
El supergen del mimetismo
El mimetismo mülleriano es un fenómeno en el que dos o más especies peligrosas comparten una apariencia común, generalmente una coloración de advertencia, llamada coloración aposemática.
Así, ambas especies comparten los beneficios de la coloración de advertencia, al ser identificada por los depredadores como algo desagradable, tras haber ingerido algún individuo. De esta forma, las pérdidas se comparten entre todas las especies miméticas.
Existen numerosos ejemplos de este tipo de mimetismo en la naturaleza, siendo muy conocidos en algunas especies de anfibios y de mariposas.
Dentro del grupo de los anfibios, el género neotropical Dendrobates (ranas flecha venenosas) se caracteriza por su alta toxicidad, presentando las diferentes especies una coloración aposemática muy característica que sirve de advertencia común a sus depredadores.
El diseñador poco inteligente X: Escombros poco útiles
Si usted fuera arquitecto y le encargaran proyectar un campo de tenis cubierto, recurriría sin duda a deterinados elementos estéticos, aunque fueran poco útiles. Sin embargo, no tendría la feliz ocurrencia de situar dos columnas jónicas en el centro de la pista de juego.
De igual forma, si usted fuera un ingeniero y tuviera que construir un puente, no dudaría en combinar estética, funcionalidad y seguridad. Obviamente, esto le impediría situar un arco romano en honor al emperador Constantino en mitad de la calzada, reduciendo así la circulación en ese punto a un único carril.
O quizá sí se le ocurrieran tan molestos e ineficaces ornamentos, pero entonces no sería muy probable que volviera a obtener un contrato de tales características. Por sorprendente que parezca, también sería posible que ciertas personas aplaudieran su estrambótica forma de concebir la funcionalidad y le proclamaran como el arquitecto pefecto. ¿Lo considera improbable? acérquese entonces a cualquier discurso sobre «diseño inteligente».
Una historia de idas y venidas: la coloración de la piel humana
El Homo sapiens es el único primate que presenta una piel lampiña. Todos nuestros parientes poseen una superficie corporal cubierta por un espeso pelaje que a lo sumo deja visible la epidermis en algunas regiones de la cara, las palmas de manos y pies o la región glútea.
Otra característica que también nos diferencia del resto de primates es la enorme variación en la coloración de la piel, desde el negro hasta el rosado blanquecino, pasando por toda la gama posible de tonalidades intermedias. Como veremos, ambas características se encuentran muy relacionadas y obedecen a un complejo entramado de necesidades fisiológicas y estrategias de protección.
Se han formulado distintas hipótesis sobre la causa de la pérdida de pelo en el ser humano, incluyendo alguna más pintoresca que probable, como el tránsito por una etapa acuática en nuestra evolución, formulada originalmente por el biólogo alemán Max Westenhofer en 1942 y popularizada por el zoólogo británico Alister Hardy en 1960. Hoy día, la hipótesis más aceptada afirma que la pérdida del pelaje facilitó la transpiración y aumentó la capacidad de disipar el calor en los largos desplazamientos de los homínidos por la sabana. Este tema lo tratamos hace tiempo en El mono desnudo.
Independientemente de las razones por las que nos convertimos en primates sin apenas pelo corporal, la piel desnuda no supuso únicamente ventajas. Como suele ser habitual en la evolución, una solución tiende a crear nuevos problemas, y el caso del pelaje en nuestra especie no fue una excepción.
El diseñador poco inteligente VIII: Historias para no morder
Prácticamente todos los vertebrados presentan dientes en sus mandíbulas, los cuales tienen una función principal relacionada con la alimentación, sea para masticación, para sujección de las presas, o una combinación de ambas.
Los dientes y las mandíbulas articuladas que permiten la masticación constituyen un avance adaptativo importante, al permitir desmenuzar los alimentos, facilitando la digestión. Esta adaptación tiene su mayor expresión en los mamíferos, donde los dientes presenta una gran diferenciación en diversos tipos dependiendo de su ubicación en la mandíbula, lo que se conoce como dentición heterodonta. Fundamentalmente aparecen dos series de dientes: los anteriores, especializados en cortar y rasgar (incisivos y caninos) y los posteriores, especializados en masticar (premolares y molares).
¡No me estreses, que me crezco!
Cada vez son más las investigaciones que vienen a confirmar la importancia de la plasticidad como valor adaptativo. Tendemos a pensar que una vez adquirido o modificado un carácter debemos acarrearlo cual lastre inamovible con sus ventajas e inconvenientes. De esta forma, la adaptabilidad se vería reducida a una simple operación aritmética, en la que restamos las desventajas a los beneficios obtenidos.
Sin embargo, aunque muy arraigada, se trata de una concepción errónea. Los caracteres morfológicos no son esculturas estáticas cinceladas por los genes en una roca inmutable representada por el organismo. La morfología no se encuentra inscrita de forma cerrada en nuestro genoma; lejos de ello, las instrucciones para la construcción del cuerpo se muestran mucho más flexibles a medida que vamos avanzando en su conocimiento. Así, la posibilidad de cambiar, modificar o alterar una estructura o un comportamiento no se limita a la lenta herencia seleccionada de generación en generación. Un mismo individuo puede presentar varias opciones en función del medio en el que se desenvuelva. Esta plasticidad representa en sí misma un enorme valor adaptativo, infinitamente más útil que un carácter férreamente definido.
Se han descrito numerosos casos en los que diferentes entornos originan distinta expresión fenotípica en individuos con idéntica información genética, así como procesos mediante los cuales determinados genes son silenciados o potenciados según provengan del cromosoma paterno o del materno. La epigenética, en sentido amplio, es la ciencia que estudia todos estos mecanismos que influyen en la formación y desarrollo del organismo y que no implican -a pesar de que puedan ser heredables- cambios en la secuencia de los nucleótidos del ADN o, dicho de otra forma, cómo puede variar la expresión de los genes y las consecuencias de ésta en función de las relaciones con el medio.
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