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Los bioindicadores del cambio climático
Hace justamente 15 años paseaba por las afueras de San Lorenzo de El Escorial, población de la provincia de Madrid situada a 1.032 metros de altitud, muy cercana a la sierra y donde los inviernos son fríos. Allí me topé, junto al bosque de la Herrería, con la finca de El Castañar que emanaba una intensa luz en el cielo plomizo, debido al intenso color amarillo de las hojas de los castaños en otoño. A ambos lados de la finca hay una senda por la que se asciende hasta una pista forestal que permite llegar fácilmente, y sin el molesto tráfico de la carretera de acceso, a la silla de Felipe II, un promontorio que regala una bella vista de la zona que rodea el monasterio que habitó Felipe II hace más de cuatro siglos.
Este fin de semana he vuelto y me he encontrado con un bosque en el que las hojas siguen todavía en los árboles, con un color verde en el que solo se adivina la coloración amarillenta que anuncia la caída de la hoja. En el monte muchos árboles de hoja caduca siguen con un intenso color verde, como si las hojas acabaran de brotar. Los arces de Montpellier, que en esta época del año debieran llamar la atención por su color rojo intenso, siguen tal y como se encontraban en verano.
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La belleza de la polinización
Impresionante video de organismos polinizadores en acción.
Seis grados de separación entre la malaria y las habas
En el año 1930 el escritor húngaro Frigyes Karinthy escribió el cuento Chains en el que se presentó por vez primera la teoría de los seis grados de separación según la cuál cualquier persona del planeta se conecta con otra a través de una cadena que no posee más de cinco intermediarios. Aunque esta teoría no es válida para objetos o conceptos, en este artículo voy a conectar, a través de unos pocos elementos dos temas que parecen no tener relación: las habas y la malaria.
Las habas con unas leguminosas muy abundantes que crece en climas mediterráneos, y que tradicionalmente forman parte de la dietas de los pueblos que habitan alrededor del Mediterráneo y de Oriente Medio. Pese a su popularidad, hay muchas personas que no pueden ingerir habas porque se exponen a una grave enfermedad que puede provocarles la muerte. Esta enfermedad, llamada favismo, se manifiesta por una rotura de los glóbulos rojos al día siguiente a la ingesta.
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¿Fotografía o pintura?
Estupenda imagen de unos árboles secos a punto de ser ingeridos por las danzantes arenas del desierto. Pero tal como esta tomada la fotografía parece una imagen salida de la paleta de Van Gogh.
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¿Estornudas?, he aquí los culpables
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Con la llegada del buen tiempo los árboles empiezan a echar hojas, los pajarillos incrementan la fuerza de sus trinos, los insectos se atreven a pasar muchas horas a la intemperie, las plantas llenan de flores y las personas empezamos con picores, ronqueras y estornudos. He aquí los máximos responsables de esas sensaciones tan poco agradables:
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Pacientes cazadores acuáticos
Científicos de la Universidad Joseph Fourier de Grenoble y del CNRS muestran en un vídeo grabado con cámaras de alta velocidad el mecanismo por el que las utricularias son capaces de cazar pequeños insectos y crustáceos. El vídeo es suficientemente ilustrativo, y creo que exige poco comentarios.
El estudio se publicó hace poco días en la página web de la revista “Proceedings of the Royal Society of London”.
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Planta carnívora atrapando una mosca
¿No es curioso que una planta sea mucho más sensible al tacto que cualquier nervio del cuerpo?
Charles Darwin
Uganda empezará a plantar la próxima semana bananas modificadas genéticamente
Según un artículo firmado por Linda Nordling del último número de la revista Nature Uganda empezará la semana que viene a sembrar variantes genéticamente modificadas de bananas que han sido diseñadas para resistir infecciones bacterianas que han devastado plantaciones a lo largo de toda África central.
A estas bananas se les ha introducido mediante ingeniería genética un gen del pimiento verde que las protege del marchitamiento producido por la bacteria Xanthomonas, que cuesta a los granjeros de la zona de los Grandes Lagos de África una suma que ronda los 500 millones de dólares cada año. La bacteria provoca que los frutos maduren prematuramente y la planta acaba marchitando por completo. Esta enfermedad se identificó por vez primera en Etiopía, pero se ha dispersado con gran velocidad en Uganda, República Democrática del Congo, Ruanda, Kenia, Tanzania y Burundi.
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Imágenes de la Ciencia y la Naturaleza: Jardines en otoño
El origen simbiótico del ojo
Hace poco dedicamos en este medio un artículo al origen evolutivo del ojo. Éste era muy general, y tenía como único objetivo comparar una idea científica de la evolución del ojo, basada en evidencias experimentales, la aportada por la biología evolutiva, con otra idea filosófica, aportada por el diseño inteligente.
Este artículo profundiza un poco más dos de los principales modelos que existen para explicar el origen evolutivo del ojo. En el transcurso de la evolución han aparecido diferentes tipos de ojos, basta analizar los diferentes organismos vivos existentes en el planeta para comprobar que existen por ejemplo ojos compuestos como los de los artrópodos u ojos similares a una cámara fotográfica, como los de vertebrados o algunos moluscos. Todos estos ojos son distintos no sólo morfológicamente, sino que difieren tanto en su fisiología como en su desarrollado. Esas diferencias llevaron a establecer hace años que los ojos evolucionaron de forma independiente en los animales, en concreto del orden de unas 40-60 veces (Sadvini-Plawen and Mayr, 1961). Sin embargo, estudios genéticos llevados a cabo recientemente ponen en duda esa idea, aportando fuertes evidencias a favor de un origen monofilético de los diferentes tipos de ojos, con procesos de evolución divergente, paralela y convergente. De hecho, en su última obra Ernst Mayr (2001) se desdice de su trabajo de 1961 y admite que su idea primigenia no era correcta.
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