Archivo
Sobre casualidades, causalidades, probabilidades y demás cosas
Comparte este artículo:
Autor: Darío
No se puede abarcar lo inabarcable
… y lo irracional.
K. Prutkov.
Crítica de la obra “Qué es la casualidad” de L. Rastrigin, que nos habla de azar, casualidades, probabilidad y de la necesidad de los humanos de encontrar explicaciones teleológicas a todas las cosas. Sin embargo el autor de este libro nos dice que el cosmos puede ser explicado sin necesidad de buscar a seres mitológicos que se afanen en mover sus hilos
Una de la cosas que más padece este blog y amigos, es la invasión de personas que haciendo uso de la irracionalidad más desaforada (poco importa que sean creacionistas, seguidores del bodrio llamado “diseño inteligente” o alucinados de la izquierda esotérica) pretenden descalificar la ciencia en su conjunto o algunos de sus puntos teóricos más importantes (como la Teoría Evolutiva) o sus productos que más beneficios han generado (las vacunas). Uno de sus métodos preferidos es el no entender, por ignorancia o por conveniencia, o por ambas, el real significado del proceso probabilístico y estadístico con el que la ciencia trabaja en sus diferentes ramas. Pero como este blog y sus administradores hacen gala de una paciencia pedagógica casi ilimitada para que la gente que no esté involucrada en la ciencia en alguna forma entienda de que va esta, hoy traemos una reseña de un libro que por su sencillez, su forma pedagógica y la cantidad de ejemplos que presenta hace que, después de su lectura, quien haya tenido la suerte de tenerlo en sus manos, entienda mejor como funciona la ciencia. El libro se titula Que es la casualidad, de L. Rastriguin.
El autor comienza con una introducción acerca de como paulatinamente el hombre empezó a darse cuenta de que muchos fenómenos no podían explicarse por la intervención de seres divinos (buenos o malos, da lo mismo) y empezaron a darse cuenta de que varios de estos fenómenos empezaban a presentar ciertas regularidades que actuaban por si mismas: Así, por ejemplo, una piedra no cae a la tierra por voluntad divina, sino de acuerdo a la ley de gravitación universal; una guerra no se pierde como resultado de intrigas diabólicas, sino por el mal armamento de los soldados o debido a un comandante de poco talento. Todo lo ocurrido al hombre, y al medio en el que actúa comenzaba a tener explicación y no necesitaba de una hipótesis complementaria acerca de la existencia de dios (o del diablo). La idea “no hay dios” se hacía cada vez más popular.
Leer más…
Últimos comentarios