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¿Qué es la vida?
El azar y la necesidad (II)
Comentábamos el otro día sobre ciertos fenómenos que son «como tienen que ser» en virtud a las propiedades físico-químicas del universo que habitamos. Poníamos como ejemplo los planetas esféricos, tratando de explicar porqué no pueden ser de otra manera.
Pero, ¿ocurre algo similar con la vida, la evolución y las estructuras orgánicas? ¿Son nuestros organismos producto de un cúmulo de mutaciones azarosas filtradas paciente y eficientemente por la selección natural, o existen ciertas tendencias que allanan el camino? ¿La aparición de la vida depende de un suceso afortunado o la presencia de un determinado conjunto de factores llevan inexorablemente hacia la autorreplicación y la complejidad?
Obviamente, son preguntan que exceden no solamente el ámbito de este artículo, sino los conocimientos que tenemos sobre el origen de la vida y la evolución química primigenia. Sin embargo, algunos aspectos nos inclinan a pensar que quizás también existan los planetas redondos en el ámbito biológico.
Las curvas de Peano y el empaquetamiento del ADN
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Una de las grandes preguntas con las que se enfrenta la citología es intentar conocer cómo una molécula de ADN, que en su total extensión puede llegar hasta los dos metros, puede empaquetarse en las pequeñas dimensiones del núcleo de una célula eucariota, de solamente unas micras. Y no sólo eso, sino que esa molécula ha de seguir siendo perfectamente funcional permitiendo procesos como la transcripción, la replicación o la reparación de la molécula, lo que implica que forzosamente ha de estar plegada de tal forma que deje espacio para la interacción con las proteínas que controlan esos procesos. Los equipos de investigación de los doctores Eric S. Lander, del Broad Institute perteneciente a la Universidad de Harvard y al MIT, y del doctor Job Dekker de la Universidad de Massachussets parecen haber dado con la clave tal y como presentan en un artículo recientemente publicado en la revista Science.
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El origen evolutivo de las membranas eucariotas
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El origen de la célula eucariota sigue siendo un misterio para la ciencia. A pesar de ello cada día tenemos más piezas de conocimiento para montar el puzzle que significa una célula eucariota tal y como hoy la conocemos. Sabemos ya, gracias a los trabajos de Lynn Margulis, el origen procariota de mitocondrias y cloroplastos. También se postula un origen similar para el citoplasma celular, los cilios y flagelos, así como de sistemas de microtúbulos internos de la célula. En un trabajo recién publicado también se apunta a un origen bacteriano de las membranas internas, esas que rodean algunos compartimentos, de la célula eucariota. Os lo presento tal y como hacen los autores de este trabajo
Como pasar de procariota a eucariota
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Los mecanismos moleculares que han llevado a originar una célula eucariota sigue siendo una de las grandes preguntas en el campo de la biología evolutiva. Aquellos que ven la evolución como algo perverso, plantean esto como un problema inabarcable para la ciencia, y por tanto debemos de aceptar la creación de todos los seres vivos en su forma actual, como única alternativa posible. Además, en su afán de desacreditar la evolución, plantean experimentos tan absurdos como esperar que una bacteria se transforme en eucariota bajo la atenta mirada de un investigador en el microscopio.
Dejando ideas peregrinas aparte, la ciencia plantea varias hipótesis acerca del origen de la célula eucariota. Una de ellas es la que hipotetiza un origen simbionte de los eucariotas.
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