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La moralidad de la Teoría de la Evolución
La Teoría de la Evolución darwiniana ha sido acusada desde su formulación en el siglo XIX como justificadora del racismo, los prejuicios y la homofobia, casi siempre por una comprensión errónea del concepto del proceso de la selección natural simplificado como «la supervivencia del más apto«. Sin embargo, un reciente estudio ha mostrado que, lejos de servir como excusa a la discriminación, las personas que aceptan el hecho evolutivo tienen menos prejuicios, son menos racistas, más empáticos con los inmigrantes y apoyan más la diversidad sexual que los que se oponen al dogma central de la Biología.
Leer más…Ateísmo: causas y consecuencias (versión 1940)
Los años 40 del régimen franquista fueron los más duros en cuanto a represión e imposición de su ideología, fueron los “años del miedo” tal y como los definió Juan Eslava Galán en su estupenda obra. La década empezó con un apoyo manifiesto a la Alemania nazi, para darle más tarde la espalda a ésta cuando quedó claro que los aliados iban a ganar la guerra. Lo que no cambió fue el estado nacionalcatólico definido por una imposición del fascismo y del catolicismo como banderas del estado.
Criticar tanto al sistema político español como al catolicismo implicaba, como mínimo, acabar en la cárcel. Cárceles donde se imponía un sistema de “reeducación” en valores amparado por la iglesia. De igual forma la única enseñanza posible era la educación católica donde se dejaba bien claro lo que se pensaba de aquellos que no comulgaban con su credo. Los libros de religión de la época no dan lugar a engaños. Así en la obra “Apologética elemental” (1947) de la editorial Edelvives, que se empleaba como libro de educación religiosa, se daban las siguiente causas para que una persona “cayera” en el ateísmo:
La ignorancia religiosa: falta de estudios en materia religiosa.
En general, en la España de esa época se podía hablar de ignorancia a secas, ya que hasta la llegada de la II República no se hizo un serio esfuerzo por alfabetizar el país. Pero hasta pocos años antes, las únicas instituciones autorizadas para educar eran las religiosas, de ahí el altísimo número de seminarios y seminaristas existentes, por lo que esa afirmación echa piedras sobre su propio tejado. Leer más…
Si hablas, a la calle…
Si yo fuera director de un instituto de enseñanza secundaria y asistiera los domingos al fútbol para gritar contra el equipo contrario e insultar al árbitro, ¿creen ustedes que debería ser suspendido de mi empleo y expulsado de la administración? O bien, si mi trabajo consistiera en atender una ventanilla del pabellón de urgencias de un hospital público y en mi tiempo libre escribiera en un periódico político poniendo a caldo al partido en el gobierno, ¿deberían despedirme por zafio?
¿Alguien se atrevería a decir que no puede consentirse que yo vaya al fútbol con el dinero que me paga el estado o que escriba en un diario político gracias a que mi trabajo público me permite tener tiempo libre y comida en la nevera? Pues sí, si se atreverían. Y de hecho, se atreven. No conmigo, afortunadamente, sino con un colega: Javier Armentia, astrofísico y director del Planetario de Pamplona. Javier, más conocido popularmente por su faceta de divulgador científico y abanderado del pensamiento crítico sólo ha cometido un error: en lugar de criticar al gobierno o al árbitro de turno, ha criticado a la religión. Y claro, todos sabemos que la libertad y la igualdad no significan lo mismo si llevas un crucifijo, una luna creciente o una estrella de David al pecho.
Libertad de elección
La sociedad actual ha convertido el relativismo en la filosofía de su existencia, abrazando una malentendida tolerancia ante prácticamente cualquier cosa que no sea considerada políticamente incorrecta. En realidad se trata de un relativismo parcial, aceptándose como inviolables determinadas premisas culturales a la par que se consideran totalmente opinables otras de igual o mayor importancia. Así podemos encontrar que nadie considera justificable el castigo físico a la infancia, mientras se aplaude la libertad paterna para no vacunar a un hijo frente a una enfermedad mortal.
De igual forma, solemos coincidir en que la escuela debe educar basándose en la igualdad y el respeto entre todos los seres humanos, pero se celebra que una llamada «libertad religiosa» permita inculcar ideologías sexistas, xenófobas y teocráticas desde esa misma escuela. Un profesor que cuestione la igualdad entre los sexos será públicamente inmolado, pero se aplaudirá su mente abierta si se dedica a propagar las capacidades curativas del agua homeopática o el masaje energético oriental sobre el cáncer de mama.
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