Archivo
Segunda edición: Las murallas de Jericó y el fundamentalismo.
Y, sí, desde aquel entonces la cantidad de ruido que se puede encontrar sobre el tema de Jericó, especialmente en la red, es inmenso. Pero a nosotros lo que realmente nos interesan son los datos. Lo que realmente dice el registro arqueológico. Y ese es el tema de este post. (publicado originalmente el 12/12/20110)
Las tribulaciones de Abdi-Heba. El reino de Jerusalén en el s.XIV A.C., o…¿Dónde estaba Josué mientras ocurría todo esto?
Gestionar un reino de las tierras altas en la convulsa Canaán meridional nunca fue tarea fácil, ni siquiera en el relativamente tranquilo siglo XIV A.C. bajo el manto protector de los faraones egipcios.
Abdi-Heba era el rey de Jerusalén en esa época, en plena Edad del Bronce Reciente. Y su historia está escrita en primera persona, ya que casi todo lo que sabemos de él lo sabemos a través de las cartas que escribió, celosamente conservadas para la posteridad en los archivos palaciegos de Amarna.
Su nombre nos permite adivinar que era un hombre del norte, un hurrita. Abdi-Heba significa «sirviente de Heba», y Heba era la diosa madre de los hurritas, la «Madre de todo lo viviente». Un nombre que posiblemente se convertiría con el tiempo en «Eva», la otra gran madre cuya leyenda nos ha sido transmitida por tradiciones hebreas posteriores.
Pero a mediados del s.XIV A.C. los hebreos no habían aparecido todavía, ni histórica ni arqueológicamente. En cambio, el reino hurrita de Mitanni en la alta Mesopotamia se encontraba en su apogeo, y su influencia cultural llegaba a un sitio situado tan al Sur como Jerusalén. Pero esa influencia era sólo cultural. Políticamente, tanto Jerusalén como el resto de las ciudades-estado cananeas seguían estando bajo el férreo control de los faraones egipcios.
Sin embargo, en el s.XIV A.C. ese control no se manifestaba mediante una ocupación militar permanente. El Gobernador Provincial egipcio residía en Gaza, pero los faraones preferían controlar los pequeños reinos cananeos mediante la diplomacia.
Normalmente sólo se enviaban pequeños destacamentos de tropas cuando la situación política lo requería, y previa petición de socorro por parte de los reyes vasallos que administraban el territorio. De hecho, los faraones eran bastante renuentes a enviar tropas a Canaán, ya que los costes de su mantenimiento eran elevados, y normalmente la diplomacia bastaba para que las ciudades reconocieran el poder real, obedecieran los órdenes del faraón y entregaran los tributos.
Esta política de no-intervención directa dejaba una amplia autonomía política «de facto» a las ciudades-estado cananeas. Y esa autonomía traía consigo una fuente inagotable de conflictos entre ellas. Un mundo peligroso donde la agresión, la traición, las conspiraciones y las intrigas amenazaban continuamente la estabilidad política e incluso la supervivencia de los pequeños reinos, todo ello bajo la atenta mirada de un faraón que observaba a distancia, marcaba las reglas del juego, escuchaba las quejas y… sólo intervenía cuando era estrictamente necesario.
Un mundo fascinante que hoy podemos descubrir y desentrañar leyendo la correspondencia diplomática de Amarna. Una historia contada en primera persona. Pero antes de empezar, vamos a dar un breve repaso al contexto geográfico donde se desarrolla esa historia.
Las murallas de Jericó y el fundamentalismo.
Comparte este artículo:
Y, sí, desde aquel entonces la cantidad de ruido que se puede encontrar sobre el tema de Jericó, especialmente en la red, es inmenso. Pero a nosotros lo que realmente nos interesan son los datos. Lo que realmente dice el registro arqueológico. Y ese es el tema de este post.
Últimos comentarios