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El azar y la necesidad (II)
Comentábamos el otro día sobre ciertos fenómenos que son «como tienen que ser» en virtud a las propiedades físico-químicas del universo que habitamos. Poníamos como ejemplo los planetas esféricos, tratando de explicar porqué no pueden ser de otra manera.
Pero, ¿ocurre algo similar con la vida, la evolución y las estructuras orgánicas? ¿Son nuestros organismos producto de un cúmulo de mutaciones azarosas filtradas paciente y eficientemente por la selección natural, o existen ciertas tendencias que allanan el camino? ¿La aparición de la vida depende de un suceso afortunado o la presencia de un determinado conjunto de factores llevan inexorablemente hacia la autorreplicación y la complejidad?
Obviamente, son preguntan que exceden no solamente el ámbito de este artículo, sino los conocimientos que tenemos sobre el origen de la vida y la evolución química primigenia. Sin embargo, algunos aspectos nos inclinan a pensar que quizás también existan los planetas redondos en el ámbito biológico.
El origen evolutivo de las membranas eucariotas
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El origen de la célula eucariota sigue siendo un misterio para la ciencia. A pesar de ello cada día tenemos más piezas de conocimiento para montar el puzzle que significa una célula eucariota tal y como hoy la conocemos. Sabemos ya, gracias a los trabajos de Lynn Margulis, el origen procariota de mitocondrias y cloroplastos. También se postula un origen similar para el citoplasma celular, los cilios y flagelos, así como de sistemas de microtúbulos internos de la célula. En un trabajo recién publicado también se apunta a un origen bacteriano de las membranas internas, esas que rodean algunos compartimentos, de la célula eucariota. Os lo presento tal y como hacen los autores de este trabajo
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